Lo hemos visto y seguiremos viendo en los más sonados casos judiciales o asuntos de trámite legal o de comisiones investigadoras del congreso de la república. El personaje invitado para que declare su versión sobre los hechos opta por guardar silencio, calla y se niega a responder a congresistas, jueces o fiscales.
“Mi abogado me recomienda guardar silencio” es la escueta respuesta que se repite una y otra vez en los fallidos interrogatorios, no hay contestación y el misterio continúa.
Para razonamiento popular, entonces, se convierten en culpables debido a un viejo dicho: el que calla otorga. Es decir, quien guarda silencio está aceptando su culpabilidad.
Los labios del necio traen contienda;
Y su boca los azotes llama.
La boca del necio es quebrantamiento para sí,
Y sus labios son lazos para su alma. (Proverbios 18-6 y 7)
La Biblia advierte de perjuicios que atraen algunas personas solo con sus palabras, mientras la legislación universal garantiza el derecho a permanecer callado “todo lo que diga puede y será usado en su contra”.
Para el entendimiento popular, sin embargo, permanecer callado es un grave síntoma de culpabilidad, otorga la razón a quien lo está señalando.