El presidente de Chile Gabriel Boric podrá ser de izquierda radical, comunista, extremista y todo lo que quieras, pero no es cojudo como los izquierdistas peruanos. Acaba de inaugurar el complejo minero Quebrada Blanca Fase 2, la inversión más importante de la canadiense Teck a nivel global y el mayor proyecto minero construido en Chile durante los últimos años, ubicado al sureste de la ciudad de Iquique, a unos 4.400 metros sobre el nivel del mar, en la desértica región de Tarapacá.
Quebrada Blanca Fase 2 pretende aumentar la producción de cobre y extender la vida útil del actual yacimiento Quebrada Blanca en la zona, transformándose en una de las operaciones cupríferas más grandes del mundo.
En palabras del mandatario chileno, el proyecto «no solo va a permitir avanzar en las metas de producción de cobre, sino también impulsan el crecimiento económico, generar miles de empleos, muchos de ellos locales, y aporta a la transición energética mundial».
Boric, como cualquier chileno, sabe que la minería financia a sus fuerzas armadas y por eso siendo Chile un país más chico, produce dos o tres veces más cobre que el Perú.
Mi tocayo Pancho Giglio publicó esta información del diario La Estrella de Panamá y se queja que en nuestro país queden archivados proyectos mucho más importantes como Conga, Cerro Quilich, Río Blanco, Tía María y un largo etcétera que los antimineros bloquean con la complicidad de gobiernos estatistas.
Una cosa es luchar por el derecho de los pueblos a participar en la riqueza que extraen de su región y otra muy diferente oponerse cuando no puede ser mejor el precio de los minerales.
La actitud obstruccionista no solo viene de radicales antimineros, traidores, sino también de malas autoridades de vocación estatista, que en lugar de alentar este tipo de inversiones las desalientan con trámites engorrosos y exigencia de coimas y prebendas.
El representante de una de las más importantes empresas mineras del mundo, en reciente evento nacional de minería, comentó que mientras en Chile demoran dos meses en darles permiso para el desarrollo de un proyecto, en el Perú tardamos años.
La gente tiene derecho a ser socialista, marxista, comunista radical y todo lo demás, pero no a llegar a extremos de imbecilidad lindante con traición a la patria que se ve en el Perú.