El mundo se ahorraría fortunas si las disputas judiciales, políticas, comerciales y matrimoniales se resolvieran con algo tan simple como el yan ken po, como los niños resuelven sus más peliagudas diferencias.
No nos extraña que afirmen que el origen de este juego es chino y se remonta al final de la dinastía Ming, que fue un periodo de gran estabilidad política entre los años 1300 y 1600.
La mano abierta representa el papel, cerrada en puño es piedra y los dedos índice y medio extendidos forman la tijera. El papel envuelve la piedra, la mata; la piedra rompe la tijera, por ser muy dura y la tijera corta el papel.
Se juega entre dos personas, cada uno esconde la mano derecha en la espalda y al grito de yan ken po la saca con la figura que quiere presentar.
No gritan uno, dos y tres, sino yan quen po, que indudablemente tiene origen chino, pero no faltan quienes reclaman origen nipon o coreano, algo así como el tema del pisco con Chile.
Haber heredado este juego demuestra el espíritu cosmopolita de nuestros ancestros, que no dudaron en adoptar costumbres y expresiones típicas de otras culturas.
De niño era la mejor y más rápida manera de acabar con una discusión que podía demorar el turno para el partido de fulbito, el empate en el juego de bolitas o el derecho a ser policía, en lugar de ladrón.
Conversé hace poco tiempo con dos jóvenes profesoras chinas dedicadas a la enseñanza de su idioma, habíamos quedado en almorzar juntos y les pregunté sobre el chifa y me dijeron que es un cuento, que poco se parece a lo que ellas están acostumbradas a comer en su país, pero cuando tuvimos que elegir un restaurante y me ganaron la apuesta con el yan ken po, que es el mismo juego que ellas conocen desde niñas, comimos pollito con papas. En tres palabras: tijela colta papel.