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sábado, noviembre 23, 2024

VICTOR LARCO HERRERA

Filántropo es el calificativo que acompaña su nombre, una suerte de ejemplo de lo que eso significa en el Perú. Es la expresión máxima de amor por la especie humana, sin esperar nada a cambio, sin fines de lucro, con el único afán de la satisfacción que se siente de ayudar a los demás. Víctor Larco Herrera es el mismo nombre que lleva el más grande hospital siquiátrico que existe hasta el momento en la ciudad de Lima.

 

La historia se remonta a 1930, cuando bautizan el establecimiento de salud mental en agradecimiento al trujillano que donó más de un millón y medio de soles para la ampliación de sus instalaciones. Ocurrió un año después de inaugurado en 1919, cuando dirigía la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima y apoyaba los esfuerzos del doctor Hermilio Valdizán, para desterrar métodos inhumanos que existían en el tratamiento de los enfermos mentales.

 

Nació en 1879 y sus padres fueron Josefina Herrera Medina y Rafael Larco Bruno. La fortuna de esta familia de origen italiano fue amasada con imaginación, empeño y mucho trabajo. Se atrevieron a cambiar los cultivos de algodón por caña de azúcar, más rentables.

 

En 1913 es elegido alcalde de la ciudad y dona el local municipal que existe hasta el día de hoy en la Plaza Mayor. Fue elegido sucesivamente senador por La Libertad, entre 1904 y 1919. También donó el terreno donde se construyó el Club de la Unión, en la Plaza Mayor de Lima.

 

Al suroeste de la ciudad de Trujillo está el distrito que lleva su nombre, en una zona de gran desarrollo urbano, a orillas del mar y alberga numerosas urbanizaciones residenciales y áreas destinadas a residencias universitarias, debido a que fue escogida como sede para instituciones de educación superior.

 

Es un territorio que anteriormente pertenecía a las culturas Moche y Chimú, que por la calidad de sus ceramios despertaron primero la afición y luego su dedicación al cuidado y preservación de vestigios arqueológicos, en un esfuerzo reconocido por el Estado peruano desde sus inicios.

 

En 1915 estableció un ferrocarril y luego una pista para facilitar el acceso de los visitantes a la playa de Buenos Aires, como se llamaba anteriormente el distrito, hasta que en el gobierno del general Odría cambió por el del ilustre benefactor.

 

Cuando se desempeñaba como alcalde de Trujillo pidió ayuda para resolver la falta de agua en el valle de Moche, con la derivación del río Santa. Tuvo que pedir autorización del gobierno para construir las obras de Chao y Virú, y para ello tenía pensado cortar parte del cerro de Salaverry, con el propósito de abrir una trocha a nivel del mar, para el paso del ferrocarril que transportaría al personal y los materiales de construcción para los primeros trabajos.

 

Humberto Landeras Rodríguez en su estudio sobre la Historia de las Irrigaciones en el Perú, narra que cuando las primeras obras llegarían al puerto de Salaverry, la Peruvian Corporation que tenía la concesión de los ferrocarriles del país, en virtud a un contrato con el gobierno, a petición de los hermanos Gildemeister, se opuso al uso de la línea férrea de Salaverry, empleada en el embarque de minerales y pasajeros en Salaverry, con lo cual la pretensión de Larco Herrera quedó desechada.

 

El sueño de Larco Herrera,tuvo que esperar algunos años más y hoy sus descendientes comparten la satisfacción de saber que los sueños no se pierden en el infinito, que las buenas ideas persisten en el tiempo y algún día llegan a convertirse es una hermosa realidad. A Chavimochic aún le falta mucho por hacer, pero lo avanzado hasta el momento es la mejor prueba que hay propuestas que no podemos desechar tan fácilmente, que hay verdades que nada ni nadie pueden detener. El sueño de esa irrigación, el sueño de Chavimochic fue un día el sueño de Víctor Larco Herrera

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