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sábado, noviembre 23, 2024

UNA BREVE MIRADA AL AYER

Es una historia, que prefiero callar,

mas no soporto

y la tengo que contar

Para entender la música de mediados del siglo pasado en Tacna hay que recordar lo que significaron Los Doltons, en todo el país y aunque a mi tierra, por ser ciudad de frontera, llegaban también los éxitos de grupos chilenos como Los Ramblers, Los Blue Splendor, o Los Iracundos de Uruguay, generalmente con canciones adaptadas al español de compositores norteamericanos o europeos.

El último beso, el éxito más sonado de Los Doltons, es una adaptación de Last Kiss de Wayne Cochran, una versión rubia de James Brawn. Al final, el autor en sus últimos días, se convirtió en pastor evangélico.

Se ha ido al cielo y para por ir yo

debo también ser bueno

para estar, con mi amor.

A pocos o nadie preocupa investigar cómo funciona esa comunión de gustos de adolescentes de todas partes, pero es un dato interesante en el intento de explicar la existencia de un hilo invisible que une los corazones jóvenes de todo el mundo, de manera cíclica y misteriosa, con música que conquista sus sentimientos, con la misma fuerza, con igual intensidad, con la misma pasión.

Son letras escritas con mucho amor, cantadas con enorme pasión y escuchadas y bailadas por jóvenes parejas seducidas por el ritmo a veces lento y otras apurado, de una generación entusiasta con el sonido eléctrico de las guitarras.

Cuando el sol besa el mar tiñe de rojo el cielo

desde la oscuridad tu nombre viene a mi,

un lamento de amor lloran las olas,

Nila, con ella lloro yo…

Disc Jockeys como Walter Mello, Oscar Vargas Romero y Richard Hidalgo, entre muchos otros, agregaban emoción cuando presentaban al grupo peruano formado por Walter Bolarte, Roberto  Andía y Javier Román, los primeros Doltons que comenzaron en las matinales que ocurrían en algunos cines de Lima, con grupos de músicos juveniles. A Gerardo Manuel, su primer cantante lo reemplazó César Ichikawa.

Al mirar, de improviso, esa ventana

que no olvidaré.

Era un cuerpo hermoso, de figura juvenil,

que a través del cristal, yo me impresioné…y la amé.

Es el tránsito de la niñez a la edad adulta. Las primeras hojas de afeitar, la colonia Flaño, los desodorantes y por qué no, alguna vez la gomina.

Pero más complicados que los cambios físicos son aquellos que tienen que ver con la manera de comenzar a ver el mundo y lo hacíamos a través de esas letras trasplantadas sin piedad.

La gente piensa que amar es un juego,

tal vez así ellos son muy felices,

más no pienso así, mejor es quedar

solo y triste al fin…

Pasaron muchos años cuando un día, a finales del siglo pasado, Pablo Carpio, trabajador de Radio Nacional en Lima, dedicado a programas de la Nueva Ola, me adelantó que en el auditorio le harían un homenaje a Los Doltons, que seguramente tenía que haberlos escuchado alguna vez.

Por supuesto le dije y lo acompañé al pequeño auditorio de la emisora, construido a semejanza del antiguo local de la BBC de Londres, donde estaban los sobrevivientes de esa época dorada de la música juvenil, de mis tiempos.

Se han borrado, entre esas hojas,
tantas huellas de enamorado
y también, sus bellas promesas,
solo quedan una hojas viejas.

Fernando Bolarte, baterista y líder de la agrupación soltó una carcajada cuando le dije que había crecido con su música, pero tuvo que admitir que era verdad. Veinte años después murió. El próximo 24 de diciembre se cumple un año.

Ichikawa fue reemplazado por Kike Goya Higa y jóvenes músicos fueron llenado los sucesivos vacíos, entre ellos Charly Arteaga, Mario Gutiérrez y Litho Valencia.

Yo no puedo darte más de lo que ya te di

todo lo que hice siempre fue pensando en ti.

No, no, no, no, puede ser

no quiero existir para que.

 

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