Transparencia es lo que busca darle al gobierno la presidenta del consejo de ministros Mirtha Vásquez con la presentación semanal de una conferencia de prensa de ministros que tratan de informar sobre sus sectores y responder preguntas de los periodistas.
Ojalá consiga siquiera una parte de lo que pretende que solamente alcanzará cuando sea Pedro Castillo quien se someta al escrutinio de la opinión pública.
Transparencia es una palabra que entró a la escena política cuando las pugnas entre trostkistas y dirigentes bolcheviques favoreció a estos últimos y les permitió participar en las decisiones de la cúpula. Glásnost se le llamó hace un siglo.
Y es la misma Rusia donde Gorbachov la volvió a poner sobre la mesa en 1987, cuando reclamó más democracia y menos control burocrático sobre la economía y fue el principio del fin del comunismo.
A la reestructuración de la catastrófica economía soviética se le llamó perestroika, mientras en nombre del glásnost se fue ganando espacio al respeto a la libertad de expresión.
La falta de transparencia es donde cojean los regímenes comunistas y lo primero que atacan los aprendices de brujos cuando por casi medio año no rinden cuentas al pueblo que dicen representar.
Los ataques permanentes y sostenidos a la prensa, desde antes de asumir el gobierno, son el pan de cada día de gente del gobierno que tiene en Aníbal Torres, ministro de justicia y Guillermo Bellido, ex premier, a sus más grandes exponentes.
Otros más experimentados en estos asuntos como Hernando Ceballos, han comprendido que es mejor administrar generosas partidas publicitarias para llevar la fiesta en paz con los medios más poderosos.
Atrás quedó la promesa de publicidad para los medios de provincias mientras seguimos sumergidos en el periodo más oscuro de los últimos 30 años para los asuntos delicados del Estado, gracias a la complicidad de un sistema judicial que comparte el mismo talón de Aquiles.
Falta de transparencia es el denominador común en los gobiernos de Corea del Norte, Nicaragua, Cuba y Venezuela.