Teddy fue y seguirá siendo el más querido del pelotón, sobreviviente como pocos de aquella patota de amigos que un tiempo se conoció como el grupo de “La Vegas”.
Lo vi hace un par de años cuando nos cruzamos en la puerta del mercado Dos de Mayo y aunque tenemos la misma edad goza del privilegio de seguir aparentando una juventud que no lo abandona.
Casi no tiene canas ni padece calvicie, tampoco arrastra los pies y camina erguido con un maletín en el que adivino guarda algunas cartulinas y lápices de todos los colores con los que dibuja retratos de sus clientes.
Dibuja para divertirse y para comer y mientras desliza el lápiz con la seguridad del artista, recuerda las noches de bohemia que compartimos en Las Vegas, el Danubio y cuanto huarique encontramos abierto en la madrugada, para rematar la fiesta de la semana.
Siempre fue un gran dibujante y trabajó en eso muchos años en una oficina del ministerio de agricultura. Es de una familia de artistas, su madre una brillante declamadora, su hermano Luis uno de los más destacados actores del Grupo Teatral Tacna y Rosalina su hermana menor, ahijada de mi madre, era muy joven cuando dejé mi tierra, es una apasionada por el baile.
Teddy siempre estaba dispuesto a festejar cualquier chiste procurando no abrir mucho la boca debido a que perdió algún diente delantero que imagino ya lo habrá repuesto.
El ojo clínico del dibujante capta hasta el menor detalle del rostro de las personas y especialmente los gestos que revelan conductas y temperamentos y la expresión de la boca y de los ojos que desnudan su personalidad. Es un sicólogo sin título, un observador perspicaz, un analista sutil, un investigador sagaz.
Anualmente publica un calendario de promoción de su obra, que incluye algunos de sus mejores trabajos.
Confío volverlo a ver en mi próximo viaje a Tacna para conversar con Teddy y recordar juntos aquellos tiempos de tabaco y ron y la pollera colorá.