La comedia y el drama forman parte de nuestras vidas, como el amor, el odio o la alegría y la tristeza y aunque algunos asumimos esas circunstancias con la naturalidad del respirar el aire puro de la mañana, otros lo hacen con la preocupación de buscar un significado trascendente.
Sea como fuere el teatro forma parte de nuestras vidas desde que el gesto tuvo un significado y la palabra un mensaje. Es como un espejo que refleja nuestras propias costumbres, conductas y conflictos.
Una rubia muy guapa ¿Susy Osorio? un rubio alto ¿Cucho Ferrari? la siempre alegre Alicia Carbajal, hermana del Chami, el Chicho Viacava, Charo Humire, el pintor chileno Rudy De Miguel, el viejo ¿Mendiola? y tantos otros que ahora olvido y me disculparán.
Escogían la historia, la discutían y finalmente acordaban llevar adelante, con todos los retos que significa montar una obra de teatro, en un lindo teatro de verdad, como es el Municipal.
Requerían vestuario que cada actor se ingeniaba en conseguir, algunos muebles y toda la tramoya de efectos especiales y cambios veloces de escenografía. Implicaba gente encargada del maquillaje, luces y sonidos, telones y decorados.
Los ensayos sufrían demoras y postergación por problemas que nunca faltan a quienes ante el temor de enfrentar un gran público comenzaban a encontrar pretextos para renunciar sin apartarse, irse para quedarse, participar sin ser visto.
Cada puesta en escena es como un parto, un nacimiento de pocos minutos y una vida que acaba esa misma noche, entre aplausos y abrazos, entre lágrimas y risas, entre sueños alcanzados y rápidamente olvidados en el laberinto de una realidad que ahoga esos minutos de fantasía colectiva que un escritor famoso diseñó hace mucho tiempo.