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sábado, noviembre 23, 2024

TALIBANES CRIOLLOS

A los Talibanes los comenzamos a conocer cuando en los años 90 las tropas soviéticas abandonan Afganistán derrotadas por combatientes islámicos conocidos como muyahidines.

Fue el apoyo norteamericano el que fortaleció a los seguidores del islam que consiguen expulsar a quienes los habían invadido por más de diez años.

En esa circunstancia es que aparecen los talibanes, como una nueva fuerza político-religiosa que tomó las armas para imponer una doctrina islamista extrema, con brutales castigos en público,  azotes, amputaciones y ejecuciones en masa. Y restringieron el papel de las mujeres, manteniéndolas fuera de las escuelas. Las rondas campesinas son bebes de pecho a su lado.

Los talibanes tratan de presentar la imagen de un sistema de gobierno moderno, con leyes y organismos estatales, pero la realidad es que se impone el capricho individual de los comandantes, con edictos religiosos para imponer límites y abusos al quehacer de los ciudadanos.

Un salto al pasado en el túnel del tiempo, un violento retroceso a la edad media, también una forma de esconder toda una organización mafiosa para la producción, transporte y exportación de opio, su principal fuente de ingresos.

Aquí en el Perú les dicen talibanes a los seguidores de Vladimir Cerrón, el líder del partido político Perú Libre, supongo por algunos rasgos que los hacen similares como el rescate de una ideología que se suponía perdida en el tiempo, el fanatismo, la intolerancia, el dogmatismo, la intransigencia y la fe ciega en un ideario caduco que “brega por una constitución solidaria, humanista, rescatista y nacionalizadora”.

Los vínculos de esa agrupación con remanentes de Sendero Luminoso enquistado en el VRAEM y dedicado a la producción y tráfico de clorhidrato de cocaína, es otra de las similitudes que el ojo popular encuentra a los cerronistas con los talibanes, que al igual que con los rusos, hicieron salir apuradas de ese país a las tropas norteamericanas.

La cocaína que exporta el Perú mueve mucho más dinero que el opio de Afganistán y es capaz de sostener una maquinaria política que como en Venezuela y Bolivia, quiere tener su propio ejército, marina y aviación que la defienda.

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