Lo conocí el año 2,000 cuando me tocó trabajar en Trujillo y surgió una amistad que cultivamos junto a ricos ceviches en Huanchaco y seguimos en comunicación hasta hace muy poco.
Dejé esa ciudad hace casi 20 años, pero en el 2012, cuando publiqué “El tacnazo de Morales Bermúdez”, me auspició la presentación en la municipalidad, con champagne y bocaditos que invitó a los asistentes.
Nos volvimos a ver cada vez que regresé a Trujillo, para recordar gratos momentos de camaradería, de colegas preocupados por lo que sucede en la región, en el país. Todos los días recibí saludos suyos por WhatsApp, con alusiones a nuestro Dios, que acostumbró enviar hasta el sábado a sus amigos más cercanos.
Juan Carlos Sánchez Polli era abogado, periodista y empresario hotelero con quien me comunicaba casi a diario y supe de su malestar por las dificultades que encontraba para reactivar el Hotel Almagro, en trámites con el ministerio de Salud, por lo del coronavirus, los servicios de agua potable, electricidad y televisión por cable.
Sus amigos le decían Poly, por su segundo apellido y fue víctima de un violento asalto a principios de este año, que lo tuvo hospitalizado varias semanas y luego no pudo reincorporarse plenamente a la actividad, por la cuarentena que lo obligó a cerrar el negocio, me temo para siempre.
Renunció a postular a cargos en los gremios de periodistas para dedicarse únicamente a apoyar a César Acuña y Alianza para el Progreso y más de una vez me reclamó que aporte a la candidatura del político norteño.
El domingo en la noche, cuando escuchaba la conferencia de prensa de Sagasti, recibí la llamada que me contó de su muerte, aparentemente de un ataque cardiaco. Dejó de latir el corazón generoso de Juan Carlos, supongo cansado de una situación que llegó al límite de las angustias y preocupaciones que nos trajo la pandemia.
Descansa Juan Carlos y aguarda allá a los amigos que volveremos a reunirnos lejos de estas penas que duelen en el alma.