Santos es un mecánico que conocí cuando la avenida Caminos del Inca no llegaba todavía hasta Atoncongo, faltaba asfaltar largos tramos y no existían varias de las urbanizaciones que hoy pueblan esa zona de Surco.
Mi viejo volkswagen necesitaba de frecuentes reparaciones y el mecánico se convirtió en fuerte aliado de la familia. Santos necesitaba constante apoyo económico para evitar lo desalojen del canchón que ocupaba su taller, debido a que el propietario recibía mejores ofertas económicas.
Fue desalojado y se reubicó en un terreno cercano y la amistad continuó hasta que finalmente también fue desalojado y dejó la mecánica para dedicarse al taxi y a un terreno que llegó a comprar en una provincia vecina.
Me contó que decidió cultivar paltas que demoraron algún tiempo en dar sus frutos, debía esperar con paciencia y cuidar cada arbolito durante unos pocos años, que pasaron volando.
Ayer temprano me visitó con una bolsa cargada de enormes paltas que compartiré con mis hijos y mientras me las entregaba no pudo contener la risa al ver el Volkswagen estacionado en la cochera.
Es muy posible que un día de estos me anime y también entusiasme a Santos a retomar las herramientas y hagamos andar esta joya automotriz que, sospecho en corto tiempo se convertirá en pieza de museo.
El precio de la gasolina y la llegada de los vehículos eléctricos amenazan desaparecer los talleres de mecánica y un oficio que quedará relegado a países que no pueden luchar contra el subdesarrollo.
Confío que no estemos en ese grupo, la razón prime sobre el fanatismo de las ideologías y llegue algún día hasta la chacra de paltas de mi amigo Santos, manejando uno de esos modernos coches eléctricos.
Mientras tanto, en otro mundo, comienzan a circular vehículos con energía solar.