Celebró 84 años cantando y orando como toda su vida, esta vez reunido con sus más cercanos seguidores en el templo principal de la Iglesia Cristiana Pentecostés del Movimiento Misionero Mundial, que fundó en Lima el 25 de marzo de 1981, en plena época del terrorismo, cuando a diario asesinaban policías con un disparo por la espalda.
Rodolfo González Cruz venía huyendo de Cuba, donde los comunistas lo encarcelaban por predicar el evangelio, pensó que estaba de tránsito hacia Argentina, pero se quedó enredado en los baches de las calles de La Victoria y convirtió un cine, dedicado a exhibir películas pornográficas, en la primera sede de numerosos templos que hoy existen en todo el país, con el emblema del cordero y la cruz.
Los cantos de alabanza a Dios y el sonido de los instrumentos musicales, de sus primeros entusiastas seguidores, era tan fuerte que los vecinos lo acusaron al municipio y tuvo que comparecer ante el alcalde que, convencido de la bondad de su prédica dejó su propia religión y la alcaldía para sumarse a la cruzada de cristiandad.
Rodolfo es un tipo bonachón, colorado, de cabellos blancos y sonrisa fácil, espontánea y contagiosa que se transforma en el púlpito para llamar la atención a los pecadores y condenar sus malas conductas, para invocarles ponerse de rodillas y pedir perdón a Dios, a quien ofenden con su mal proceder.
Cita la biblia con la facilidad de los que dominan todos los pasajes del antiguo y del nuevo testamento, la mejor manera de conocer de cerca el camino escogido por Dios para hablar a los hombres.
Rodolfo se entusiasma como lo saben hacer los grandes oradores y emociona a las multitudes que congrega en grandes escenarios como el Estadio Nacional o de la Universidad de San Marcos. Son decenas de miles de cristianos que pugnan por ocupar los mejores lugares y ver de cerca al Pastor de Pastores que los reúne en las convenciones nacionales y regionales en Lima, Trujillo o Arequipa y en todas las grandes ciudades.
Pero igual, con la misma dedicación acude a los templos más pequeños, en los lugares más reconditos del laberinto andino y de la selva, en los asentamientos humanos más pobres, que sabe es donde más lo necesitan.
Es un pastor de gente humilde pero fiel a las enseñanzas de Cristo y junto a ellos ha pasado la mayor parte de su vida. Su interés por llegar a todos lo empujó a recurrir a medios modernos de comunicación social, como radio y televisión, que promueve mediante la Asociación Cultural Bethel, dueña de la más grande cadena de emisoras de radio y televisión cristianas del Perú.
Rodolfo se siente joven y goza del mismo entusiasmo que lo trajo a un país que celebra su cumpleaños igual que él y que tal vez fue la razón para interrumpir su periplo y quedarse en el Perú, ahora con la nacionalidad que hace varios años recibió, para sumarse al esfuerzo de quienes hacen patria con el ejemplo.
El enorme peso que tienen sus opiniones le pasa factura con ataques furibundos de promotores del aborto, eutanasia, matrimonio homosexual, legalización de las drogas e ideología de género. No falta entre sus seguidores algún equivocado como los senderistas que atacan por la espalda o como Judas, que por 30 monedas minan el esfuerzo de un hombre de Dios, como es Rodolfo, ejemplar y valiente.