El 17 de diciembre de 1996 aniversario del nacimiento del emperador Akihito, hubo una recepción en la residencia del embajador del Japón. Catorce terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru dinamitaron una pared de la casa colindante y acorralaron a 800 invitados. El cabecilla fue Néstor Cerpa Cartolini, ex dirigente sindical, conocido también como el “camarada Evaristo”, había participado en 1978 durante el gobierno militar, en la toma de la fábrica textil Cromotex.
Cerpa se había tragado todos los cuentos de Velasco, de la reforma agraria, de la comunidad industrial, de la propiedad social, del patrón que no comerá más de tu pobreza. Con la toma de la residencia japonesa pretendió la liberación de su esposa Nancy Gilvonio, terrorista también y un grupo de subversivos presos, algunos de nacionalidad chilena y la norteamericana Lory Berenson.
Al día siguiente, muy temprano, soltaron a los ancianos, mujeres, mozos de la recepción y empleados de la residencia. Quedaron 72 rehenes para ser canjeados. Trabajaba en un ministerio y fue un tiempo de tensa espera, de búsqueda de respuestas para una situación que puso en jaque al gobierno. El ministro a ratos se entretenía en salas vecinas a su despacho llenas de bellas pinturas de una pinacoteca casi desconocida. Le preocupaba que todos los cuadros estuviesen bien colocados, rectos, sin inclinación para ningún lado. Oleos de pintores famosos. Un día se subió a una silla para acomodar uno de esos cuadros, seguido por un séquito de funcionarias y secretarias, como corresponde transitar a los ministros y cuando alzó ambos brazos se le calló el pantalón hasta las rodillas. La risa fue incontenible, nadie la pudo evitar.
El obispo Juan Luis Cipriani, conocía como tratar con terroristas debido a que había estado en Ayacucho y vivía enfrentado a curas rojos. Los militares construyeron túneles revelados por un diario indiscreto. La posibilidad de viajar a Cuba con terroristas canjeados parecía un logro que la subversión le arrancaría a Fujimori. Un punto final al capítulo del terrorismo en el Perú.
El 22 de abril de 1997 se produjo el asalto. Seis fueron los túneles construidos por especialistas traídos de las minas, seis bocas que comenzaron a recibir militares preparados para el combate cuerpo a cuerpo, patriotas dispuestos a morir en el afán de rescatar vivos a los rehenes. No convenía el enfrentamiento, la gente de inteligencia estudió el momento exacto, cuando jugaban fulbito, cuando estaban distraídos, cuando no tenían las armas en sus manos.
El estallido fue tremendo y en forma simultánea volaron pisos, techos, ventanas y paredes, no había nada seguro y una gran nube de polvo lo cubrió todo, mientras gritos de desesperación y el sonido de la metralla decía que no era un juego, que era la guerra. “Mary está enferma” dijo el almirante Luis Giampietri ante el crucifijo que los congregaba en las misas. Murió el magistrado Carlos Giusti y dos valerosos comandos, así como todos los terroristas. (11-08-20)