Juan Raúl Cadillo León es el nombre del ex ministro de Educación, ganador de las Palmas Magisteriales (2015) y uno de los 50 mejores maestros del mundo según The Global Teacher Prize (2017).
Tiene un reconocimiento mundial, estudió pedagogía e ingeniería de sistemas y llevó una propuesta innovadora a sus estudiantes del colegio Jesús de Nazaret, en Huaraz, con varios proyectos tecnológicos que incrementaron el interés de sus estudiantes en cursos de comunicación y matemáticas.
Por eso recibió esas distinciones hasta que el último 28 de julio juró como ministro por invitación del presidente, profesor Pedro Castillo y fue defenestrado dos meses después.
Algo parecido sigue contando el ex ministro de Cultura, Ciro Gálvez, ex candidato presidencial y Notario de Huancayo, quien atendió la misma invitación del presidente Castillo y cuando regresa de un viaje al Cusco y es citado en Palacio de Gobierno, supo que ya no era ministro.
Nadie le había dicho nada, nadie le advirtió, se enteró en la misma ceremonia de juramentación, fue una total sorpresa, no sospechaba que acabaría tan pronto su paso por el poder.
Sospecha una represalia por desembarcar algunos intelectuales caviares encaramados en un viaje a México, con todos los gastos pagados. Prefirió escritores provincianos.
Hubo otros ministros que acompañaron el desembarco del premier Guido Bellido, cuya salida como la de Iber Maraví era reclamada a gritos por las tribunas.
Poco se sabe de las circunstancias, aunque sin duda el procedimiento debió ser similar al usado con los ministros de Educación y de Cultura.
Aceptar un cargo público se ha convertido de pronto en un encargo peligroso por el riesgo que supone saltar de gran altura, en cualquier momento y sin paracaídas.