El triunfo indiscutible del candidato de izquierda Gabriel Boric en las elecciones de ayer en Chile, repite la elección de un comunista para el gobierno de ese país e inevitable resulta recordar lo que sucedió hace poco más de cincuenta años.
Salvador Allende fue elegido presidente de Chile en octubre de 1970 y debió gobernar un periodo de seis años, pero acabó en la mitad de su mandato por un sangriento golpe de Estado que cobró miles de víctimas.
El gran problema que desencadenó ese desenlace fue la crisis económica, con un enorme déficit fiscal, que es lo que ocurre cuando los ingresos del Estado son menores que los gastos.
Eso ocasiona que el gobierno recurra a la emisión inorgánica, la devaluación de la moneda, hiperinflación de 606%, no tan grave como Venezuela, pero suficiente para arruinar la economía del país.
Más de una vez he contado lo que pude ver en Arica, antes del golpe de Pinochet, cuando la moneda peruana era más fuete que la chilena y con pocos soles podía disfrutar un fin de semana de lujo con solo cruzar la frontera.
El sentido común advertirá al nuevo presidente no incurrir en los mismos errores del pasado, buscará equilibro en el manejo de las finanzas y no volver a caer en un proceso hiperinflacionario que destruya el esfuerzo que los llevó a ser país líder en la economía de Latinoamérica.
Pero claro, el sentido común es el menos común de los sentidos y la posibilidad de otro desastre estará siempre latente si proceden como está sucediendo en el Perú, con un gobierno empeñado en regalar bonos y subsidios en lugar de generar trabajo que es la única manera de combatir la pobreza.
Allende, pese a todo, defendió la minería que es la principal generadora de divisas, es el pan de los chilenos, explicó y Chile encabeza la producción de mundial de cobre. Nuevas minas no estatizadas tienen mucho que ver con eso.
Dudo que con todo lo comunistas que serán los del nuevo gobierno, vayan a cometer la torpeza de cerrar minas o permitir que turbas extorsionadoras bloqueen los accesos y obstruyan la producción.
Una vez más tienen oportunidad de demostrar, con un buen gobierno, que comunismo no significa necesariamente tener que vivir como en Cuba, Venezuela o Chile de hace 50 años.