Por Francisco Basili Domínguez
¿Qué es lo primero que deben aprender nuestras niñas y niños?
En la investigación para conocer las condiciones en que se podrían establecer estándares de aprendizaje para la educación inicial, interrogamos con Trinidad Ortiz a varios grupos de familias de comunidades rurales.
¿Qué es lo primero que deben aprender nuestras niñas y niños? Aprender a quererse, a respetarse, a cuidarse…es lo primero, fue la respuesta más frecuente. A no dejarse pisar, era un modo de decirlo. A cuidar de sí, era otro modo. Sin eso no hay sobrevivencia, ni existen bases para la ciudadanía. Aprender que es persona, que no es animalito ni cosa ni tiene dueño.
A esperar y exigir respeto y a respetar a los demás, era el complemento inmediato y necesario. Hay niñas y niños que creen que nada merecen y que todo mal se puede esperar de su conducta. Padres desamorados, impacientes, crueles, pueden lograr eso… y qué mal se puede amar al prójimo como a sí mismo cuando uno no se ama a sí mismo.
Por eso en muchos grupos se dijo que también niñas y niños deben aprender que los demás también son personas, que tienen sentimientos, necesidades, ideas propias y merecen respeto. Que no se debe hacer a los demás lo que a uno no le gusta que le hagan, y que se debe hacer por los demás, siempre, lo que uno puede y debe hacer para estar bien y bien vivir.
Eso es lo fundamental que hay que aprender, pues, nos dijeron.
Cuando preguntamos por otros aprendizajes fundamentales, tuvimos muchas propuestas o más bien muchas formulaciones, pero había fuertes coincidencias de fondo entre los muchos grupos de familias consultadas.
También trabajamos con grupos de educadoras de Inicial y de gestores de servicios para la infancia. Las profesionales de educación inicial en talleres en Cusco, Trujillo, Arequipa, Iquitos, Ayacucho, Tacna y Lima eligieron estos cinco aprendizajes fundamentales.
Autoestima, para sentirse persona que merece respeto que tiene derechos y puede cumplir deberes,
Asertividad o firmeza para decidir, expresarse o emprender, sentir el derecho a la opinión y a la acción,
Autonomía, o capacidad para explorar, hacer y tratar de resolver por sí mismo, para reconocer sus intereses y curiosidades sin depender innecesariamente de otros,
Autorregulación, o capacidad y apetito para conocer y ponderar las consecuencias de sus acciones, de lo que quiere y lo que hace, y para actuar según lo que se considera que es correcto y conveniente para el bien propio y común. No pocos padres y madres de familia, docentes y gestores de servicios hablaban de autodisciplina, porque el término les resultaba claro, aunque lo sintieran un poco limitado o insuficiente.
Agencia o actividad, que es la capacidad de hacer, no limitarse a desear o soñar, sino hacer, movilizarse para conseguir objetivos. No queremos niñas ni niños que sean como posmas, sin moverse, sin actuar, como esperando que la vida o los demás hagan las cosas por ellos.
Ahora bien, esos aprendizajes son una tarea fundamental de las familias y los animadores de la educación inicial. La familia, los vecinos, los servicios de educación inicial suelen promover –unos mejor que otros- el desarrollo de estas capacidades o recursos durables que acompañarán toda la vida a sus niñas y niños.
Pero el contexto es importante. El contexto puede apoyar o contrariar el esfuerzo por construir las capacidades para la ciudadanía.
Si en el contexto unos valen o pesan mucho y otros casi nada, si hay arbitrariedad y privilegios y hay exclusiones y discriminación, es muy difícil construir y sostener la autoestima, para unos, y aprender la autorregulación para otros.
Si se percibe que el que puede, puede y el que no, se fregó, no se construye el sentido de la ciudadanía y se percibirá que es mejor ser poderoso por cualquier medio o acomodarse como chupe de los poderosos que sufrir como víctima, aunque se pierda auto respeto y dignidad.
Si se defiende o disimula o victimiza lo que condena la verdad sincera, si se vive una cultura de impunidad y tráfico de influencias, no se construye el sentido del deber y de responsabilidad sobre el bien común.
Si se celebra a Pepe el vivo y se comprenden la fechorías como estrategias para ganarse la vida, que mal que bien todos alguna vez tenemos que usar, no se construye la inteligencia cívica mínima para funcionar como un colectivo. El valor que se aprende es el de la astucia de las ratas o la cobardía de las pavas y gallinas.
Sin construir la ciudadanía, es decir, la inteligencia emocional cívica, la calidad de la convivencia se deteriora y se normalizan la delincuencia y la violencia. El círculo sólo se puede romper del lado de la educación y del control social para reducir la impunidad y fortalecer las instituciones fundamentales.
Por eso que es difícil construir ciudadanía en nuestro contexto. Y qué desalentador el pronóstico desde una cotidianidad de impunidad y tolerancia con el abuso, ¿no?
Chorrillos, agosto 2022