La Plaza Dos de Mayo, en el centro de Lima, es el homenaje a los héroes que en 1866 impidieron la destrucción cuando menos del Callao, por parte de la flota española que anteriormente bombardeó Valparaíso en 1865.
En 1924 el arquitecto Ricardo Malachowski concluyó la construcción de ocho edificios copia de plazas francesas, financiados por Víctor Larco Herrera y anticipo de los conjuntos habitacionales modernos.
A principios de los años 70 viví en uno de esos bellos edificios de escaleras de mármol, en un pequeño departamento que compartí con mi paisano y compañero de estudios Alberto Rejas Clemente. En un tercer piso con ventanas y balcón a la plaza.
Era como un gran teatro que reemplazaba al televisor, con frecuentes manifestaciones promovidas por la CGTP, corazón de la vida sindical y política durante la dictadura del general Velasco Alvarado.
Cómicos ambulantes, anticucheros, mercachifles y músicos callejeros completaban el espectáculo, interrumpido solo por la solemnidad del homenaje anual a los héroes del 2 de Mayo, al ex presidente Mariano Ignacio Prado, a quien asumí como tío abuelo. Mis primos Oscar y Rubén saben precisar el parentesco.
El lugar resultaba cómodo para trasladarnos por las noches a nuestros estudios universitarios en Oxford, la ex fábrica de zapatos que formaba parte de la Universidad de San Marcos.
Beto resolvía los exámenes y ejercicios matemáticos que me encargaba de imprimir en el mimeógrafo del sindicato del personal del aeropuerto, donde trabajaba editando una revista institucional de CORPAC. Las copias las vendíamos en Oxford y eso ayudaba al pago de la pensión.
Prado derrocó a Pezet por el tratado Vivanco-Pareja, lesivo y humillante para el Perú y preparó al ejército que luego enfrentó por última vez a los españoles. Renunció al poder en 1868 y logró su segunda elección como presidente constitucional en 1876.
Hoy si se acuerdan de él es para culparlo de un robo que nunca cometió y el solemne homenaje del 2 de Mayo, me temo por la peste china no ocurrirá nunca más, con el brillo que un día observé desde el balcón del edificio que el fuego consumió el primero de enero del 2017.