Uno de los primeros problemas que debe resolver Petroperú y no resuelve es la operación y mantenimiento del oleoducto norperuano que anualmente genera pérdidas poir decenas de millones de dólares.
Demoraron seis años en su construcción, en la década del 70, durante la dictadura de Velasco Alvarado y la empresa extranjera que lo construyó se llamaba Bechtel, que trajo un millar de trabajadores de otros países, sumados a otros 7 mil peruanos para tender tubos desde el Amazonas hasta las costas de Piura.
Ha pasado casi medio siglo y el tubo permanece cerrado por largas temporadas debido al sabotaje del que es objeto por parte de comunidades selváticas que reclaman atención de un Estado que ha hecho muy poco y a veces nada por ayudarlos a salir de la extrema pobreza en la que viven.
El canon petrolero que supuestamente los favorece no llega a donde debe llegar y se queda y se pierde en burocracias regionales corruptas.
Varias empresas extrajeras dedicadas a la explotación petrolera en la zona han abandonado el país, cansadas de lidiar contra una situación que impide una gestión rentable y exponer peligrosamente la vida de sus trabajadores.
Petroperú y el Estado peruano no pueden con un problema que apenas es una parte de múltiples asuntos que no saben resolver y ocasiona graves pérdidas económicas al erario. Petroperú le cuesta al país miles de millones de dólares todos los años.
Petróleos de Venezuela S.A. y Gas Transboliviano son similares por el descalabro económico que significan en sus respectivos países. Las empresas estatales son corruptas en el mundo entero, son un desastre y en el Perú no está la excepción.
Uno de los casos que afronta el ex presidente Pedro Castillo es un soborno por el nombramiento del presidente de Petroperú, que después resultó envuelto en compra irregular de biodiesel por 74 millones de dólares.
Y si le damos una mirada al pasado de esa empresa los casos de corrupción se suman por montones.