18.3 C
Lima
sábado, noviembre 23, 2024

PEPE TORRES

Es gordo, barrigón, casagrandino, despeinado como el “Cholo” Sotil, canoso y arrugado por el tiempo de un trajín periodístico que lo llevó hace muchos años a Cajamarca, para cubrir información de una pena de muerte que quedó grabada para toda la vida en su memoria, como un sello fatal de una pasión peligrosamente adictiva.

Más son más los golpes recibidos que los que ha podido dar, pero no se puede desprender de esta forma de vida. Es algo así como el boxeador que sabe que vendrá el día en el que inevitablemente abandonará el ring, cargado de un dolor ajeno. Es como el torero que sabe que al menor descuido puede recibir una cornada violenta, sorpresiva, sangrienta, de algún enemigo ofendido por la osadía de una reveladora denuncia humillante y comprometedora. Sabe que tiene que tener el cuidado del cirujano, la sagacidad del policía, la imparcialidad del juez, la paciencia del docente.

Pude verlo después de mucho tiempo cuando vino a participar del cumpleaños de un viejo amigo de la infancia. No lo dijo pero quería también olvidar la muerte de su hijo mayor, un joven profesional a quien el destino le apuró el futuro.

Comentó contento el fin del fujimorismo y lamentó preocupado la suerte que le tocó correr a esa azucarera en la que pasó su infancia. Recordaba como si hubiese sido ayer aquel día en el que Velasco dijo que la tierra era para el que la trabaja. Con Belaunde vivió la desilusión anticipada por la “segunda fase” de una profundización que congeló ánimos acalorados, pero tampoco revirtió imprudencias.

Cinco años de un futuro diferente lo sumergieron en la profundidad de una crisis monetaria de dimensión apocalíptica y la promesa de una gestión honrada con tecnología y trabajo, se convirtió en diez años de pesadilla corrupta, hambre, pobreza y desempleo.

Toda una vida de desengaño agita ahora una mente dolida por una realidad que golpea con fuerza en cada latido. Cansado de promesas comparte la alegría de una serrana pachamanca que recompensa el viaje desde Lima. Volver al pasado, desandar en un instante largos años de ausencia, recordar momentos y emociones, constatar quienes son los que se fueron para nunca más volver.

Pero el gordo prometió que volvería pronto. Dijo que lo de la transición ya se acaba y que confiaba en que con un nuevo gobierno se pueda corregir errores y convertir en realidad siquiera uno de los sueños que durante tantos años abriga, con una esperanza a la que nunca piensa renunciar.

El gordo Torres promete volver y en Las Casuarinas renuevan un corral que resultó seriamente afectado por su visita. Publicado en La Industria el 13 de julio del 2001.

———————————-

ADIOS PEPE TORRES PANDO

Me acabo de enterar, como me entero a veces de los que se adelantan en el camino, que mi buen amigo y colega José Torres Pando falleció hace dos meses. Hoy hubo una misa en la Parroquia Santa María de la Providencia.

Intenté varias veces comunicarme con el buen Pepe y no conseguí que contestara el teléfono, entonces sospeché lo peor, como hay que sospechar en estos días.

Lo conocía hace 40 años por nuestro amigo Gerardo Calderón (+) y disfruté de su amistad aquí en Lima y en Trujillo. Nació en Casa Grande y me ayudó a entender lo que ocurría en el más grande de los complejos azucareros estatizados por Velasco y nuevamente privatizado por Fujimori.

Como todos los grandes complejos azucareros tuvo un origen en la administración de una congregación religiosa, que luego vendió y fue cambiando de dueños e incorporando haciendas vecinas hasta convertirse en la más grande.

Nunca dejó de ser su casa, el hogar donde nació, creció y estudió y entonces su vida de periodista tuvo mucho que ver con un pueblo que ha sufrido todo lo que la política es capaz de hacer sufrir.

Nunca se repuso de la pena de la muerte de uno de sus hijos, por una pulmonía fulminante que dejó de ser un dicho de las abuelas para demostrar que puede matar tan veloz como un certero balazo en el corazón.

Me acercó a sus amigos de Trujillo, gente de pueblo, ciudadanos de a pie, como les dicen ahora y con ellos recorrí los barrios pobres para compartir la angustia y reír juntos del dolor.

Me alentó a escribir y publicar “Trujillo di” y “El shock del chino” y me acompañó a Trujillo y a Ascope, capital de la provincia donde está ubicada Casa Grande, para presentarlos en la municipalidad.

Elevo respetuoso una oración al cielo, del que hablamos muchas veces cuando me visitó en Bethel y confío está ahora junto a Gerardo, Agustín y tantos amigos con lo que compartimos tantos momentos alegres de nuestras vidas. Descasa en paz Pepito, te vamos a extrañar.(17-04-21)

Mas leídos

GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA

AL FILO DE LA NAVAJA

COMERSE A ALGUIEN CON LOS OJOS

IR DE PUNTA EN BLANCO

Artículo anterior
Artículo siguiente