Ser caballero es mucho más que abrir una puerta, ceder la vereda o quitarse el sombrero al paso de una dama, ser caballero es aquel que sabe el valor de la palabra. La caballerosidad no es cuestión de cultura, sino de educación, se respeta a sí mismo y a los demás.
Caballeros son los que faltan en estos días en los que abunda la mentira, desconfianza y traición.
Para ser un caballero se necesita valor y el valor es mucho más que la posibilidad de exponer la vida para defender la verdad, es la capacidad de ser tolerante ante el infortunio, es poner el pecho para defender a una mujer o a la patria.
Ser caballero es actuar con lealtad, con rectitud, nobleza y honradez. Es buscar la justicia y tener misericordia, es sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Es ser amable con el más necesitado, es sentir pena por aquel que atraviesa un trance difícil en su vida y extiende su mano para ayudar a que se ponga de pie.
Un caballero trata con cariño y dulzura a los niños, con ese sentimiento que nace de corazones nobles. Actúa con justicia y eso significa que le da a cada uno lo que le corresponde, poniendo por delante siempre el respeto por la verdad.
Para ser caballero se debe ser generoso, desprendido, tener la capacidad de ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio, tiene que ser altruista, dadivoso, desinteresado y franco, le gusta cooperar o ayudar a los semejantes y actúa con mayor nobleza de ánimo.
Un caballero siempre tiene fe, cree en la honestidad de sus semejantes, actúa con convicción y es fiel, leal, consecuente con lo que predica.
Y podría seguir con mucho más sobre las virtudes de nuestro máximo héroe, Don Miguel Grau Seminario, como decirles por ejemplo que un caballero jamás pierde la esperanza y confía en la justicia y en la seguridad que siempre se impondrá la verdad.