Fue en Cuajone donde vi las primeras películas de Pancho Lombardi, debido a que su cuñado y coproductor José Zavala Rey de Castro era proveedor de películas para los cines de los centros de recreación de la Southern Peru Copper Corporation y “Cuentos inmorales” fue la primera de ellas.
Lo recuerdo acompañado de Pili Flores Guerra otro tacneño que ha destacado en la dirección y producción de películas nacionales, desde los años 70, cuando no existían los recursos tecnológicos que abundan en estos días en el país.
Por eso es doblemente meritorio su esfuerzo por desarrollar lo que actualmente puede ser calificado de una industria, que brinda ocupación a numerosas personas como productores, técnicos, actores, distribuidores, entre muchos otros.
Es precisamente la participación de personajes, escenarios, música y lenguaje nacionales lo que hace de esta actividad una posibilidad para demostrar el talento de los cineastas peruanos y la gran riqueza paisajística del país.
Después de los cuentos llegaron largo metrajes como Muerte al amanecer o Muerte del magnate, que exponen detalles poco conocidos de los casos del monstruo de Armendariz y del asesinato de Luis Banchero.
Bastaron esas películas para ayudarnos a entender que el cine no es solamente distracción y entretenimiento y revelar que estamos ante un director preocupado por trascender y alcanzar niveles a los que lleva el arte a los más geniales.
Maruja en el infierno, La ciudad y los perros, La boca del lobo, Caídos del cielo y Sin compasión, confirmaron esa tendencia mientras Bajo la piel, No se lo digas a nadie, Pantaleón y las visitadoras, Tinta roja, Ojos que no ven, Mariposa negra y Un cuerpo desnudo pusieron en evidencia que se trata de un realizador inagotable.
Más adelante dirigió Ella, Dos besos, La decisión de Amelia, Un crimen y Cinco esquinas para insistir en casos de una imaginación ambiciosa y creativa.
Son diversos festivales internacionales de cine los que han premiado reiteradamente a Pancho Lombardi y me eximen de mayores comentarios, tales como el premio Goya a la mejor película iberoamericana, tres veces en el festival de cine de Huesca, festivales de La Habana, Friburgo y Trieste; el premio “Irene Diamond, Lifetime Achievement Award” que otorga anualmente Human Rights Watch «por su extraordinario compromiso con el cine de derechos humanos». La medalla de Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile y el Premio Nacional de Cultura del Perú, entre muchas otras distinciones