Cansados de tanto desatino asistimos en estos días a una carrera de cien metros con obstáculos para ver si sacan a Pedro Castillo del palacio de gobierno o sacan a los congresistas del palacio legislativo. En eso andamos.
Castillo se equivocó con el gabinete Valer y no fue la bala de plata que lo pondría a un paso de la disolución soñada. Valer no llegó a exponer la política de su gabinete de modo que no hubo posibilidad de rechazo, que pudo haber conseguido. Se apuró. Ahora lo intentará con Aníbal Torres y su conducta senil provocadora.
Torres tendrá que responder por Aldem Sac de su hermano, que hace negocios con el Estado y como decía Morosini, no pasa nada.
Castillo dijo que por lo ocurrido en el congreso se veía precisado a recomponer el gabinete de ministros, lo que revela una curiosa interpretación de lo sucedido, otro apresuramiento, debido a que en el congreso no pasó nada, salvo que le respondieron a Valer que estaba violentando el procedimiento y que debía esperar para fijar fecha para su exposición.
Parece que Castillo no lo entiende así y armó otro gabinete con la idea de esperar un rechazo que dé pie a disolver el parlamento y convocar a su soñada asamblea constituyente. Despidió a Ceballos el último de los caviares cercano a él.
Por su lado en el congreso caminan remolones con un pedido de acusación constitucional que podría terminar en sanción a Castillo, que le impida desempeñar cargo público durante 10 o menos años.
Abogados encabezados por Lourdes Flores Nano y Francisco Tudela acusan al presidente de Traición a la Patria por revelar su intención de ceder soberanía a Bolivia en mar peruano, en la modalidad de intento, ensayo, propósito o boca floja, como le quieran llamar. Lo escuchó todo el Perú.
Las barras se organizan para alentar a sus atletas que avanzan lento por las limitaciones que imponen las vallas en las olimpiadas de verano, muy especiales.