Esconde resignación y hasta renuncia a la persona amada, abrumado por una distancia insalvable, una lejanía que aparta, una ausencia que hace olvidar.
Peor cuando se trata de desgracias ajenas que preferiríamos desconocer, ignorar.
Es también una suerte de escudo que esgrimen los infieles para cometer una traición, el conjuro de la felonía, de la deslealtad.
Ojos que no ven corazón que no siente puede ser también un sortilegio que va de la mano con el atrevimiento para combatir secuelas de infidelidad.
Cerrar los ojos es también una manera de escapar a una realidad, como la de quien se aparta para buscar la valentía que hace falta para tomar una decisión.
Las personas ciegas, que han perdido la vista, sospecho sienten más que nosotros favorecidos con la bendición de ver, de modo que el dicho, como tantos otros, es apenas una metáfora referencial para facilitar el entendimiento en determinadas situaciones.
Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen; Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos. (Salmos 115: 4-8)