Nos toca vivir la película de terror que nunca quisimos ver y nos empuja a reflexionar sobre lo que vimos tantos años y nos preparamos para lo que vendrá más adelante, si seguimos respirando, el resto de nuestras vidas.
Caminamos por las mismas calles que nos acompañaron a reir y disfrutar la alegría de volver a nuestras casas o salir a buscar ese destino siempre de fantasía, que de pronto llega cuando menos lo estábamos esperando, así, tan de repente.
Ahora es que me doy cuenta lo valioso que fue corretear por los jardines de un tiempo que se fue volando y compartir con parientes y amigos que se adelantaron y nos dejaron, sin sospechar siquiera, que se estaban librando de este rostro del terror.
No digo que resistiré sino que lucharé y lo seguiré haciendo con lo que me toca hacer, para ganarle a este virus mortal que tanto nos está costando. No dejaré espacio a las emociones o miedos que me pueden llevar al pánico o al terror.
No me quedo a esperar que me prive el placer de caminar libre por estas calles y como todos acato, acepto, respaldo, apoyo y promuevo todo lo que dicen los que gobiernan, que es la única y mejor manera de sostener la unidad que necesitamos para salir juntos a gritar que vencimos, que no pudo con nosotros, que no nos ganan.
Pero ni la peste me puede privar del trabajo de toda mi vida y por eso sigo atento para observar y advertir aquello en lo que pienso están equivocados. No los apoyas cuando dices que todo está muy bien, que nunca se equivocan.
Los apoyas cuando enciendes una pequeña luz, apenas una vela misionera en la penumbra de un prolongado eclipse que oscurece la mayor parte del planeta, para advertir algo equivocado, algo que no va bien.
Y no me fijo en temas financieros que corresponden a economistas, ni mucho menos a controles contables que verá la contraloría, los asuntos técnicos que corresponden a epidemiólogos o las terapias a médicos, me limito a las comunicaciones, sobre lo que algo debemos conocer quienes llevamos tanto tiempo transitando por el periodismo.
Respiro lentamente y pienso con mucha confianza que vamos a salir adelante, que el martillazo va a funcionar, que tenemos suficientes medicinas, respiradores, hospitales, médicos y personal asistencial, policías y militares con quienes quedamos en deuda para siempre.
Mañana cuando vuelva la calma habrá que revisar los programas sanitarios, de agua potable y desagüe, la política de salud, el equipamiento escolar, la educación a distancia, la comunicación social.