Como en el caso de la mala educación sexual en los colegios, el pésimo desempeño de la selección de fútbol tiene responsables y no miren a los padres de familia, al público. Responsables son las autoridades, los que dirigen, los que aprovechan los cargos para satisfacer sus particulares intereses.
En el caso de la mala educación sexual ha comenzado un proceso a uno de los ministros culpables de la intromisión de la ideología de género (el del arroz con leche) mientras que la chilla del público en los estadios grita el nombre de Reynoso.
La salida de Reynoso está cantada, ya sea porque le queda un poquito de dignidad o por el empujón que habrá que darle. Se aferra tercamente al buzo como lo estaba haciendo el ex ministro del Interior Vicente Romero.
Lo único que consiguió Reynoso es echar a perder lo que había avanzado Gareca, resucitó inútilmente al veterano Guerrero y otros jugadores que solo viven del nombre, del recuerdo de buenos momentos que demostraron en el pasado reciente.
La única novedad destacable es Piero Quispe y esperó el baile que ofreció en la final del campeonato para recién jugarse una tímida carta por la renovación.
Nada nuevo trajo Reynoso salvo la idea que tras el contrato de entrenadores se esconde algo que no ha sido descubierto, aún. Nadie en el país estuvo de acuerdo con la salida de Gareca, salvo esos jugadores que seguramente saldrán del equipo el día que decidan cambiar de entrenador.
Como en la perversión sexual en los colegios, en el fútbol también existe una cuota judicial que es la única vía que entienden quienes actúan de manera tramposa, dolosa, fraudulenta y engañosa.
Los dirigentes del fútbol, aferrados como el pie de burro, deben dar un paso al costado porque son más responsables que el fracasado entrenador nacional.