Hay quienes acostumbran usar la expresión “mercado persa” para señalar desorden o falta de organización. Los vendedores informales en las inmediaciones de La Parada son un ejemplo.
El origen de la expresión se remonta a una composición del músico inglés Albert William Ketélbley, en 1920, que evoca aspectos de un mercado en el Medio Oriente, con la llegada de camellos, mendigos, una princesa, malabaristas, encantadores de serpientes, el paso del Califa, el canto nuevamente de los mendigos, la princesa y los camellos que se alejan con el crepúsculo.
Con el tiempo la expresión recoge el espíritu de la composición musical, pero fue derivando en el significado que hoy define un comportamiento colectivo desordenado e informal.
El mercado de pulgas, a diferencia del mercado persa, se refiere a la venta de ropa y cosas usadas, de segunda mano y sus orígenes tienen que ver con las tiendas de antigüedades.
El autor de la etiqueta sería un buscador de gangas que encontró un lugar en el que vendían ropa usada y quería advertir que en efecto, esa ropa podía tener pulgas.
Después de la Segunda Guerra Mundial se abrieron varios mercados en Paris, conocidos como mercados de pulgas y el más famoso en su momento fue el Puces de Clignancourt, el primer mercado de antigüedades del mundo y es uno de los primeros lugares turísticos de Île-de-France.
Con la epidemia del coronavirus han aparecido numerosos mercados persas y de pulgas juntos, en todo el Perú, donde la gente compra y vende ropa y cosas nuevas y usadas.
El gobierno der Francisco Sagasti no permite que el sector privado intervenga en la compra de las vacunas por temor a que se convierta en un mercado persa de la medicina.