Están mareando la perdiz, dicen cuando cambian la versión de un suceso por otra que se acomode a otros intereses y simule una situación distinta a la realidad o cuando demoran intencionalmente una decisión que va a desencadenar otras acciones.
Cuando el presidente y sus ministros evitan pronunciarse sobre la masacre en el Vraem, entonces surgen voces de protesta que alegan están mareando la perdiz.
Quienes entran en disquisiciones idiomáticas si se trató de una masacre o de una matanza, también están maleando la perdiz.
Masacre, según la RAE, “es la matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida».
Matanza, según la RAE, “es la mortandad de personas en una batalla, un asalto, etc”.
Si algún circunspecto talibán sigue encontrando grandes diferencias en el uso de uno u otro término será que no quiere reconocer la realidad y está mareando la perdiz.
Los rojos se resisten aceptar que los autores de tan cobarde crimen colectivo fueron senderistas, marxistas, leninistas, maoístas y buscan encontrar variantes y diferencias entre los terroristas que dominan el Vraem, con intención de exculpar a los autores intelectuales, los Quispe Palomino, socios de Vladimir Cerrón en obras del gobierno regional de Junín, patrocinadores de la candidatura de Pedro Castillo.
Tampoco tiene sentido alegar que se trató de narcotraficantes, que no son de sendero, cuando sobrevivientes de la masacre identifican al camarada “Carlos” o “Darío” como el cabecilla del pelotón que perpetró el atentado terrorista.
Carlos tiene aproximadamente 26 años y según la policía toda su vida perteneció a la facción de Sendero Luminoso que está enquistada en el Vraem. Fue parte de los Pioneritos, que es el grupo de niños reclutados y formados en los campamentos terroristas que dirige Víctor Quispe Palomino, alias camarada ‘José’.
El origen del dicho tiene que ver con una técnica que demora la captura al cazar estas aves, que en algún momento fue un cruel entretenimiento.