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domingo, noviembre 24, 2024

LOS CARGADORES

 

Pulmón de Gato, Jalisco, Timoleón y el Gavilán Pollero son los nombres que recuerdo de unos personajes que hace más de 60 años, a mediados del siglo pasado, eran todo un espectáculo en el  Mercado Viejo o La Recova, de la que nos habla en sus crónicas mi buen amigo Fredy Gambeta Uría.

Eran los estibadores, los encargados de descargar los camiones procedentes de Lima, Moquegua, Arequipa, Tarata y los valles cercanos a la ciudad, con productos que luego ofertaban los comerciantes.

Con la fuerza de sus brazos movían enormes y pesados sacos llenos de papas, cebollas y camotes, las reses, chanchos y corderos, las cajas de frutas que venían del norte, los zapallos y sandías de Magollo, la quinua y orégano de Tarata, los damascos de Pachía y membrillos de Calana.

A cualquier hora del día aparecían por la bodega de mi tío Queco y con cada paso hacían sonar la madera del piso rociado de kerosene. Llegaban para comprar un vaso de vino tinto de sol, de poco menos de medio litro, retomar fuerzas y regresar a sus tareas para volver en cualquier momento por un segundo guaracazo, que podía ser de pisco, para lo cual se usaban otras medidas.

Escondían entre sus prendas pequeñas botellas que pedían llenar de aguardiente para matar el frío de la noche.

Parte de su dieta eran las hojas de coca, que en ese tiempo se vendían libremente junto con una especie de galletas de cal, que al chacchar ayudan a extraer el alcaloide.

El bolo de coca en una de sus mejillas, hojotas y torpeza para  hablar, los hacía inconfundibles pero, a su modo, eran atentos y obedientes con las personas de quienes dependían para sobrevivir.

Estaban alcoholizados, dormían sus fracasos amorosos en cualquier parte y en las tardes recorrían la ciudad, cada uno por su cuenta, en busca de otros cachuelos que pudiesen ayudar a conseguir el licor que los ayudaría a dormir hasta el día siguiente.

Se tejían historias sobre sus vidas, que más parecían leyendas de un periodo en el que también recuerdo el paso de caravanas de llamas cargadas de hojas de coca y otros productos de la sierra.

Un incendio destruyó el mercado en 1954 y dio pie a la construcción de un local más moderno, en el mismo lugar, en la cuadra 8 de la Avenida Bolognesi.

FOTOS DEL ARCHIVO DE TACNA

 

 

 

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