Mis primeras experiencias como reportero las tuve en La Voz de Tacna, a cargo de Henry Rondinel Cornejo y Oscar Liendo Duarte, que me escucharon en un programa radial de la Escuela Normal. No tenía idea de lo que significa ser periodista pero el tiempo se encargó de probar que eso me seguiría preguntando hasta el día de hoy.
Visitar la Comisaría, junto al Teatro Municipal, se convirtió en una rutina y mucho ayudó la generosidad del padre de Miguel Ángel Martino, encargado de las relaciones públicas.
El cuaderno de ocurrencias registraba los últimos casos de todo el departamento de Tacna y había que leer y escoger los que consideraba de mayor interés público. Rara vez un asesinato, generalmente choques, robos y violaciones se convertían rápido en primicias de primera página, recompensadas con jarras de vino del canje comercial con la bodega Cúneo, al frente del diario.
Teníamos un viejo linotipo y gran parte de las páginas se llenaban con grandes y económicos avisos, enormes titulares y hasta algunas notas armadas por cajistas, letra por letra, con un despliegue de virtuosos imprenteros que hacían de su trabajo una delicada obra de artesanía.
Descubrí que filtrar el nombre de la Escuela o de algún profesor, en alguna nota indiscreta, podía alborotar el centro de estudios, merecer discursos y comentarios condenatorios y hasta jugarme el futuro como profesor.
El dueño del diario don Oscar Eduardo Carbajal, vivía en Lima, padre de Chamy, Alicia y Queta. Con Chamy compartimos más de una aventura en la Boca del Río y después en Lima, donde llegó a ocupar importantes cargos en el diario El Comercio e integramos últimamente el Consejo Consultivo del Colegio de Periodistas. El buen humor de Alicia pude disfrutar en las reuniones del Grupo de Teatro.
Los primeros pasos en este oficio son imposibles de olvidar.