Decirle la vela verde a alguien es parecido a Zamba Canuta, es soltar la catarata de insultos y agravios, recordarle “sus verdades” y aclarar aquello que pueda estar pendiente para la comprensión de los antecedentes oscuros del adversario, oponente o enemigo.
Y como suelo hacer en esto de los dichos debo recurrir a la más entendida entre nosotros para estos asuntos, la doctora Martha Hildebrandt, quien a su vez acude a quien fue una enciclopedia en la historia de los modismos, dichos y refranes criollos, el notable escritor Ricardo Palma.
El origen de la expresión “vela verde” tiene que ver con la Santa Inquisición, el Santo Oficio, por el color de la vela en manos del reo penitente y los cirios a los costados del crucifijo que presidía las audiencias.
La vela del penitente permanecía todo el tiempo apagada y solo se encendía cuando el acusado daba muestras de arrepentimiento y merecía reconciliación con Dios y con la iglesia, luego de cumplir su penitencia.
Según un consultor del Santo Oficio, en la vela verde del penitente se representaban, asimismo, las tres virtudes teologales: la fe, en el pabilo ardiente; la esperanza, en el color de la cera; la caridad -es decir, el amor- en la propia llama. (Martha Hildebrandt, Peruanismos)
“En el estudio que hizo Ricardo Palma de los Anales de la Inquisición de Lima abundan las referencias a procesados que salen al Auto de Fe con una vela verde en la mano. Palma reproduce la sentencia pronunciada en 1760 contra un pintor y músico de París, por la cual se ordena que el reo salga, en un Auto de Fe, de penitente, con sambenito de media aspa, coroza, soga al cuello, mordaza y vela verde en la mano«.