Las personas físicamente atractivas, bonitas, suelen padecer defectos que nacen de ser siempre halagadas y preferidas por lo que resultan altivas, orgullosas, petulantes, engreídas y vanidosas, cosa que no sucede con las “feas” que en cambio son humildes, modestas, sencillas y recatadas.
La gente inteligente se da rápida cuenta de esta diferencia, es notoria y termina favoreciendo a las humildes que son premiadas de distintas maneras por su conducta y originan que las bonitas deseen el mismo trato.
Es un dicho que, como todo proverbio, encierra una verdad y como toda vedad, tiene simpatizantes y detractores.
Hay quienes la aceptan a pie juntillas mientras que otros la ven como una frase curiosa, que busca hacer una suerte de justicia donde no se necesita.