“TE SALUDO CON UN GRAN ABRAZO Y TE RUEGO, SI FUERA ESTO POSIBLE, QUE ESCRIBIERAS ALGO PARA DETENER QUE TIERRAS DE CULTIVO SE EMPLEEN PARA CONSTRUIR URBANIZACIONES Y SE LLENE EL CAMPO DE CEMENTO”.
Ese breve mensaje recibí de un gran amigo, de cuando trabajamos juntos en Cuajone y entonces me puse a buscar cifras que después deseché debido a lo abrumadoras que resultan miles de metros, de hectáreas que la agricultura pierde todos los años para dar paso al crecimiento de las ciudades.
En Tacna se lamentan por la desaparición de los callejones que existían en el laberinto de chacras, de pequeños ranchos que abastecían de alimentos a la población y que inspiraban los más sentidos poemas y cuentos de poetas y escritores.
Mirando a mi ciudad comprendo lo dramático del tema, la dimensión de un problema que complica no solo el abastecimiento de productos alimenticios sino y principalmente deteriora el medio ambiente.
La ausencia de parques, de campos verdes, de plantas y de árboles se convierte en dura contaminación ambiental, en más smog y aire contaminado.
Héctor Sosa se llama el amigo y juntos respiramos el aire puro de la puna, allá en Cuajone y ahora que recuerdo a la distancia debo decir que, siendo una mina a tajo abierto, jamás respiré los humos tóxicos que respiramos todos en Lima.
Sacrificar unas pocas o muchas hectáreas a cambio del dinero que facilita el negocio de las urbanizaciones, debiera ir de la mano con una mayor exigencia de reservar más áreas verdes para velar por la salud de quienes habitarán la zona en el futuro.
Hablar de proyectos de irrigación para ganar nuevas tierras a la agricultura suena fantasioso con gobiernos que durante años no pueden resolver siquiera la terminación de la presa de Palo Redondo, en Trujillo, para la nueva etapa de Chavimochic.
Que distintos aquellos políticos que soñaban e hicieron realidad proyectos de irrigación que hoy sacan la cara, con exitosos cultivos para la exportación, mientras la mayor parte de las tierras de cultivo nacionales todavía no se reponen de la reforma agraria.
Construyan más casas y habiliten nuevas urbanizaciones, pero no en lugares destinados a nuestra seguridad alimentaria. Una nota no detendrá el avance de las urbanizaciones pero será un granito de arena en la construcción de una conciencia ambiental responsable.