El monumento a Francisco de Zela, el primer patriota que se levantó en armas contra los españoles, diez años antes que San Martín proclame la independencia nacional, se encuentra en el corazón de Tacna, entre calles que llevan los nombres de ambos personajes.
El grito de Zela del 20 de junio de 1811 fue el eco de una sublevación mayor un año antes en Argentina, de donde el prócer confiaba llegarían los refuerzos que necesitaba el Perú para extender la revolución.
Zela pretendió convertirse en nuevo jefe de la plaza político-militar de Tacna, conservando su adhesión al Rey Fernando VII de España y atacó el cuartel realista de caballería y también el de infantería , que estaba muy cerca, gracias al apoyo de una pequeña tropa formada por el cacique de Tacna, Toribio Ara, junto a su hijo José Rosa Ara y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja.
Zela mantenía contacto con quienes efectivamente enviaron un ejército a lo que hoy es Bolivia, comandado por Antonio Gonzáles Balcarce, quien sufrió una dura derrota en la batalla de Guaqui, por un poderoso ejército realista que había salido desde el Perú encabezado por José Manuel de Goyeneche.
Pagaron el fruto de su apuro, los refuerzos argentinos no pudieron llegar, los derrotaron en el camino, pasaron años para que eso sucediera y arribaran a Paracas.
La reacción realista en Tacna no se dejó esperar y en poco tiempo sofocaron la rebelión de Zela, detenido y enviado a Lima, donde estuvo preso 4 años y luego trasladado a una cárcel de Panamá, donde murió en 1819 a los 50 años de edad.
La plaza Zela es pequeña, como corresponde a ciudades también pequeñas donde pasé mi infancia, alrededor del busto protegido por un semicírculo formado por una baranda sostenida por alrededor de medio centenar de pilares exentos, de un metro de altura, los mismos que reproduce el doctor Gustavo Liendo en la terraza de su casa en San Isidro.
La heladería Venecia, en cuyo segundo piso vivían las guapas hermanas De Col; la sastrería Málaga, una peluquería para varones y vidriería son algunos negocios que en su mayoría cambiaron de giro y al frente estaba el dentista Gamero y hoy un restaurante que me dicen del kiriro Herrera; al frente el colegio de niñas que lleva el nombre de una hermana de mi padre, María Ugarteche de Maclean, en la otra esquina el local de América Televisión y a la vuelta la joyería El Inca de Oro.
En una de las casas de la calle San Martín visitábamos en Navidad un Nacimiento de los mejor logrados en los años 60. Muy cerca la ferretería Lombardi y al otro lado la distribuidora de cerveza de la familia Bolaños.
La niñez pasó volando y en la adolescencia recuerdo a personajes infaltables como Pocho Vega que volví a ver muchos años después en Chimbote, los hermanos Espada, Nolo Liendo, una guapa muchacha de hermosos ojos negros, Naty Cáceres, su tía Andrelina y los hermanos Cavagnaro, al menor de los cuales que paseaba en una bicicleta roja, volví a ver a principios de este siglo en Trujillo, convertido en Coronel del Ejército Director del Colegio Militar de esa ciudad.
En una de las casas de la plaza Zela pude hacer mi primera entrevista política para el diario Correo, al ingeniero Julio Alva Centurión, que años más tarde sería el primer presidente del gobierno regional de Tacna.
Cada vez que voy por esta ciudad me doy maña para dar una vuelta por la Plaza Zela, pensar en ese personaje que se adelantó en el tiempo y evocar mi transito frecuente entre las 200 casas y la avenida Bolognesi.
Es una plaza chica, pequeña, pero dueña de emociones muy grandes que se resisten a quedar escondidas en el baúl de los recuerdos.