Ritos paganos de damas de la antigua Roma, sospechosos de excesos sexuales, atrajeron a Plubio Clodio Pulero, quien se infiltró disfrazado de mujer con ánimo de violar a Pompeya, esposa de Julio César.
Enterado de la presencia de un varón en las adoraciones a la Buena Diosa, el futuro dictador romano renegó y se divorció de su pareja y la explicación fue que «La mujer de César debe estar por encima de toda sospecha».
Es el origen de un dicho al que le agregan atributos que debiera tener la mujer como ser honesta o casta.
Julio César se convertiría en personaje clave para la transición de la república al Imperio Romano.
Con el tiempo y las aguas el dicho se aplica especialmente a mujeres que ocupan cargos públicos, dedicadas a la política o a dirigir entidades o empresas privadas.
A ellas se les exige no solo ser, sino también parecer.