Visitar Cuba y recorrer las calles de la Habana, esa ciudad que quedó congelada en el tiempo de una revolución de mediados del siglo pasado, estuvo siempre entre mis planes y recibí más de una invitación que deseché para no convertirme en cómplice de una cruel dictadura.
Fueron varias las invitaciones y las descarté pensando que de todas maneras haré ese viaje, cuando la situación política cambie y finalmente el pueblo cubano decida acabar con el abuso y la prepotencia de un régimen sanguinario que, como el de Stalin en Rusia, dio muerte a cuanto opositor encontró en su camino.
Una de las invitaciones fue de una joven periodista cubana que visitó el canal de la televisión estatal del Perú, donde en más de una ocasión me tocó dirigir sus servicios de prensa.
Ocupaba la presidencia el Chema Salcedo y me encargó atender a la guapa visitante, fuera del canal. Llévala a que conozca Lima, me dijo y entre otros lugares estuvimos en lo que inicialmente fue el mercadillo de Polvos Rosados, donde compré algunos champús, jabones, pastas de dientes, desodorantes y colonias que se convirtieron en un tesoro para ella que tiempo después retribuyó con una caja de libros que envió desde La Habana.
Un viejo amigo que por un tratamiento médico vivió dos años en Cuba, conocedor de la política, me dijo que cuando muera Fidel Castro se acabaría el comunismo en Cuba, mientras tanto lo tienen como una especie de Miguel Grau al que debe guardar merecido respeto.
Castro murió y no pasó mucho tiempo para que comiencen a sonar tambores de libertad que anticipan la posibilidad de replantear un viaje a ese país de médicos de buen prestigio profesional, aunque atrasados en tecnología y mejores músicos, cultores de esa medicina del alma que alegra al continente.
Ojalá resuelvan su anacronismo de manera civilizada, sin derramamiento de sangre y con las reglas de esa democracia que predican, pero no practican.
La Habana, no hay duda, es uno de los mejores destinos turísticos del mundo y merece ser visitada cuando superen su obsoleto sistema de gobierno comunista, tantas veces fracasado.
