Revisando notas pasadas del diario «El Satélite» de Trujillo me doy con la ingrata noticia, de hace varios meses, que tiene que ver con la muerte de Víctor Gil Chimbor, dueño de “La Guisada”, un restaurante al que dediqué una nota hace 20 años en «La Industria».
Invitado por el colega y abogado Santiago López Calvo, conocí el local del “Chino Chacaltana”, como le decían, ubicado en la cuadra 16 de la avenida Prolongación César Vallejo.
El banquete de los pobres, titulé el comentario, con una breve descripción del plato de fondo que da pie al nombre del restaurante. Un delicioso guiso de pescado con porciones generosas y al alcance de los bolsillos más humildes.
Dos o tres meses después regresamos los mismos comensales y esta vez Santiago me acercó al dueño para presentarme y se produjo un diálogo más o menos así.
- Mucho gusto señor Ugarteche, gracias por su nota, la recorté y pusimos en un cuadro que está colgado ahí (me señaló la pared)
- Al contrario, respondí, gracias a usted por tener tan buena sazón, prepara unos platos que son deliciosos.
- Le ruego no vuelva a publicar nada, me causa problemas, se quejó.
- ¿Por qué? pregunté.
- A raíz de esa publicación, respondió, me cayeron los inspectores del municipio, Sunat, ministerio de Salud y hasta los bomberos para verificar si cumplo todas las normas y reglamentos, mucho problema.
La acción de la burocracia del Estado, en lugar de estar orientada a fomentar la formación y crecimiento de empresas, muchas veces traba y desalienta la inversión privada, algo que se está agudizando en los últimos años.
Si queremos cambios para que el país avance y se desarrolle, habría que comenzar por revisar el rol de los funcionarios públicos comprometidos, a veces, en escándalos promovidos por iniciativa propia y otras por la competencia.
Ese es el caso que involucra denuncias y acusaciones para traerse abajo a postores ganadores de concursos o licitaciones. Los perdedores, a veces, promueven maniobras para descalificar a quienes son capaces de presentar mejores propuestas económicas, más convenientes para todos los peruanos.
El funcionario público debe entender que está para servir a todos y no al revés, servirse de todos. No son cargos para extorsionar sino para apoyar a los contribuyentes que con los impuestos pagamos sus sueldos.