La anécdota más celebrada de Guillermo Carlos Cáceres, Chololo, Caaalitos, es sin duda aquella en la que vimos al Hermano Fernando abriendo un sobre de manila tamaño oficio que recibió con la excusa de una inasistencia.
Ocurrió delante de todo el salón, sospecho deliberadamente, para encontrar otro sobre de menor tamaño, dentro del cual había otro que contenía un sobre de carta, de los tradicionales, que en su interior había otro más pequeño en el que finalmente estaba la nota con la justificación de su inasistencia.
Si una excusa servía para conseguir la absolución de la falta, la de Chololo se convirtió en una falta más grave que la justificada. La risa de todos, presumo compartida por Fernando para no malograr la historia, el profe actuó como si estuviera muy molesto con la broma.
Chololo consiguió burlarse de los profesores muchas veces, como cuando no captaban rápidamente que Carlos era su apellido y el mismo Fernando fue protagonista de otra broma, más pesada aún, cuando Caaalitos escondió una estampita de Marcelino Champagnat, como si se tratara de una plagia, uno de esos papelitos que con letra menuda usan los tramposos para los exámenes. A propósito, consultó más de una vez el papelito hasta que el profesor, creyendo haberlo sorprendido cayó mansamente en otra broma del Chololo.
-Veo la estampita para que nuestro amigo Marcelino me ayude a encontrar la respuesta más adecuada, respondió impertérrito, impávido, inmutable.
El sentido del humor es el mejor de los sentidos, nos ayuda a navegar con una sonrisa por el mundo y olvidar las penas que nos trae el viento.
Gracias Chololo por tus bromas que espero seguir disfrutado la próxima vez que vaya por Tacna.