No fue una organización criminal, mafia, ni pandilla, fue un grupo de cómicos que con singular éxito presentaban un sketch en un programa de chistes “Risas y salsa” que semanalmente difundía Panamericana Televisión.
Petipán era el líder, un personaje de baja estatura y dificultad para hablar que con gritos y golpes dirigía a los delincuentes que integraban la organización. Nadie podía atreverse a poner en duda que era el jefe y todos le hacían reverencias. Usaba sombrero.
Guayabera Sucia era uno de sus cómplices, encarnado por el actor Álvaro González, vestido con una raída prenda de vestir que acostumbran usar en países tropicales, de moda durante la dictadura militar. Su verdadero nombre era Rumildo Curotto Cruzado y cualquier parecido con Vladimir es pura coincidencia, este último también gusta de vestir la prenda favorita de los jerarcas de la dictadura cubana.
Mapache era el bandido de grandes y negras ojeras no se sabe si por falta de sueño o producidas por los golpes que recibía de su jefe Petipán con su enorme garrote plástico. El fallido premier deberá instruir a algún sucesor, entre los numerosos entusiastas por subirse al carro del lapicito, siquiera por un par de meses.
Y Ojos Lindos era otro de los integrantes de este grupo que durante varios años entretuvo a los televidentes nacionales. Guillermo Bermejo, absuelto de toda sospecha de frecuentar el Vraem por un honorable magistrado nacional, es el encargado de las boludeces democráticas.
La Banda de Choclito está dispuesta a seguir brindando espectáculo a un público adormecido por las incesantes fricciones políticas y el temor a la pandemia.