Lo bautizaron en el colegio como “El diablo”, supongo por su proclividad para hacer diabluras, travesuras de adolescente que busca divertirse a costa de bromas premeditadas, elaboradas y planeadas con el único ánimo de hacer reir a sus amigos.
Disputa el premio de mejor parrillero con su entrañable cómplice Sergio García, su colombroño diría Montesinos y es que haciendo honor al apodo, como buen diablo domina el fuego y el mundo de las brasas.
Sus globos aerostáticos y cohetes espaciales presagiaban la posibilidad de un futuro profesional de la ingeniería aeronáutica, pero optó por un terreno en el que transita con comodidad que es la economía, en Arequipa.
En esa misma ciudad, como suele suceder con algunos estudiantes, encontró a su pareja Yola y también se graduó de chancletero con Paola y Mariella y de guitarrista fiestero.
Si con la guitarra aparecen también botellas de un pisco JC que él mismo fabrica, entonces la diversión está asegurada, Juan Carlos muestra la cola y regresan las diabluras para divertir a sus amigos.
Siendo todavía soltero, a principios de los 70, fue elegido Rey Momo es unos carnavales que hubiera preferido no acaben nunca, fue una gran diversión.
Ahora, más que antes, visita Lima con frecuencia por razones de salud de un familiar a quien apoya y asiste con el espíritu solidario que siempre lo caracteriza.
Juan Carlos es de las personas que habla claro y directo, no se va por las ramas y aunque su comentario puedas incomodar a alguien, lo suelta de manera franca y directa con la sinceridad, rectitud y honradez propia de un buen marista.
Juan Carlos es miembro de la primera promoción del Colegio Champagnat de Tacna.