Pedro López se llamaba uno de los personajes que conocí en la radio con quien conduje un programa dedicado a temas de derecho, que captaba sintonía de distintas partes del mundo. Recibía consultas de peruanos radicados en los Estados Unidos de Norteamérica, relacionadas con herencias o traspaso de propiedades que dejaron en el Perú.
Era de contextura delgada, caminar pausado y fácil sonrisa al conversar y cuando estábamos fuera del aire, momentos previos o posteriores a los programas, me contaba sus andanzas por la vida, la carrera de oficial de policía y su incursión en la música.
Fue precursor de la cumbia peruana con el “Grupo naranja”, cuyas canciones están en youTube, “linda hechicera dame tu amor, tus besos tus caricias, tu corazón…” cantaba en la orquesta que armó para difundir esas melodías que alegraban las primeras fiestas chicha.
Dejaba el uniforme de oficial de policía para coger el guiro que rascaba para marcar el compás de un ritmo que lo llevó a esa fama efímera de los artistas. Por la música sacrificó su carrera policial y estudió derecho para seguir buscando esa justicia siempre esquiva para los más pobres.
La lectura de la biblia lo ganó al campo de una religión, donde encontró esa paz y tranquilidad que perdió cuando se vio cara a cara con el vicio, la violencia y el delito.
Me dolió cuando dejó de asistir a la radio y tuvimos que suspender el programa del que era el principal conductor, por la facilidad que tenía para ofrecer respuestas precisas para avanzar en los temas judiciales.
Lamentaba que mucha gente pierda gran parte de su tiempo y dinero en temas judiciales, atrapadas en la redes de un sistema lento, ineficiente y sospechoso de corrupción. Decía que aquellos que no respetan la ley del hombre, es porque están acostumbrados a no respetar la ley de dios. Elevo una oración para saludarlo mientras recuerdo las letras de sus canciones al amor, los celos, el desengaño y la traición.