No hay palabras para expresar lo pequeño que me sentí al pie de las enormes piedras de Ollantaytambo o caminando por esas calles de piedras y casonas coloniales, en la cima de Machu Picchu, junto a Tipón, en el Valle Rojo de Pitumarca o el impresionante Valle de la Convención.
No recuerdo cuántas veces habré estado en el Cusco, diez por lo menos y siempre quedé impactado por la belleza de una ciudad que responde con creces a su apellido imperial, el ombligo del mundo, capital de incanato, al hogar de los incas.
Por donde camines encuentras algo sorprendente de una ciudad que a ratos parece congelada en el tiempo, esperando tu visita para reencontrarte con la historia, con ese pasado común que nos hace gritar de orgullo que somos peruanos.
Cusco es como la Meca para los musulmanes, la Torre Eiffel para los franceses, la Gran Muralla para los chinos o la estatua de La Libertad para los norteamericanos.
Fue el corazón de un imperio que dominó gran parte del territorio sudamericano y escenario de los más crueles abusos cometidos contra una nación dominada por el terror de las armas y la complicidad de Felipillos y traidores como Francisco de Santa Cruz, que entregó a José Gabriel Condorcanqui, para ser descuartizado en la plaza.
De esta misma tierra brotan generaciones de artistas capaces de retratar la belleza de su singular entorno, en acuarelas que recorren el mundo con el testimonio multicolor de imágenes que adornan los hogares de sus visitantes.
Venían de todas partes, antes de la peste, para conocer de cerca el tesoro de una civilización admirable que dejó la prueba de una manera inteligente de vivir en armonía con la naturaleza.
Cusco es el centro neurálgico de una nación inteligente capaz de construir ciudades de piedra en sitios aparentemente inaccesibles, caminos que desde las cumbres más altas de los Andes bajan hasta la orilla del mar y cultivos en las faldas de los cerros capaces de aprovechar hasta la última gota de agua recibida de los cielos.
Cusco es una maravilla, un prodigio de belleza que es obligatorio conocer.