Hace muchos años, cuando en el diario Correo de Lima alguien tenía una dolencia y necesitaba un médico, el doctor Hugo Díaz Lozano lo atendía gratis en un consultorio muy cerca, en la avenida Wilson. Siempre se juró periodista debido a que preparaba los suplementos dedicados a temas de salud.
Pasaron muchos años y nos encontramos en el proyecto de una revista que se cocinó en sus oficinas, en Chacarilla y alcanzó pocas ediciones por falta de apoyo publicitario.
Volvimos a frecuentarnos, en su casa y en la mía, para conversar de sus numerosas experiencias como dirigente del colegio médico, su incursión en política, los amigos comunes en su Trujillo querido y su amistad con dirigentes históricos del partido de la estrella.
Algunas veces atendió como pediatra a los hijos de Alan García, me invitó a visitar y conversar con Armando Villanueva del Campo y hace pocos días me contó lo que sucedía en Pataz.
Me concedió el privilegio de asistir a una novena en su casa, como rezan en su tierra, con mucha devoción y compartir un plato de comida en una cena cristiana.
Estaba en Trujillo cuando le llamé y supe que lo habían internado en el Rebagliati y en cuanto volví a Lima alcancé a visitarlo antes que le dieran de alta.
Sabe de las rondas campesinas y cómo ponen todo su empeño por proteger del virus a las poblaciones rurales y de la fiebre del oro en la sierra trujillana, con reminiscencias del Far West.
Sé que está nuevamente internado en el mismo Hospital y le deben hacer unos exámenes de los que confío salga satisfactoriamente, mientras ayer hubo una misa de salud virtual, como se estila en estos días.
Le deseo una rápida mejoría y confío poder visitarlo pronto en su casa de campo en Cineguilla.