Cuando en el paisaje de pronto aparecen banderas distintas a la roja y blanca del Perú, resulta oportuno recordar que hubo miles de peruanos que murieron en batalla defendiendo a nuestra Bandera Nacional.
Resulta suficiente rescatar la figura de uno de ellos que no dudó en poner el pecho y en dar su vida por defender la enseña nacional, que algunos traidores, Felipillos del siglo XXI, le dan la espalda en nombre de ideologías foráneas que solo traen dolor, hambre y fracaso a pueblos seducidos por cantos de sirena, promesas de fácil riqueza y la inevitable traición.
Don Miguel Grau Seminario, el Caballero de los Mares, fue un gran marino, pero también fue un gran político, hombre de bien que dejó la comodidad de los sillones del Congreso para combatir al enemigo de esos días.
Grau fue un férreo defensor de la ley, del orden, la democracia y la Constitución, y creía en la concertación y en la unidad de todos los peruanos.
El Caballero de los Mares fue un demócrata a carta cabal que creía en valores superiores que tienen que ver con la moral, la justicia y la prudencia, rechazaba la violencia y alteración del orden y fue siempre respetuoso de la ley.
Fue un padre y esposo abnegado y como político promotor de la igualdad, la libertad, el pluralismo y la justicia. Por eso al momento de la sublevación de los hermanos Gutiérrez, ordenó el retiro de la Marina. Los rebeldes fueron detenidos después de asaltar el Palacio de Gobierno y asesinar al entonces presidente José Balta. Grau afirmó que la Marina de Guerra no reconocía a otro caudillo que la Constitución.
Como parlamentario propuso solucionar los problemas de los más necesitados; consiguió la elevación de los sueldos del personal subalterno de la Marina y defendió los intereses de Piura.
Cuando vio que la patria estaba en peligro no dudó en dejar su curul, a la edad de 45 años, para asumir la comandancia del Huáscar, al frente del cual enfrentó a las naves enemigas y se inmortalizó en Angamos.
Rindamos honores a nuestros verdaderos héroes y no caigamos en el juego de ideologías ajenas, fabricantes de mentiras y calumnias que pisotean la Constitución al amparo de extrañas y exóticas banderas condenadas al fracaso político, económico y social