Es adoptar una posición a veces exageradamente, con la que no se comulga necesariamente, pero permite someter a prueba el sustento de la posición contraria.
Hacer de abogado del diablo es ponerse en una postura artificial con el único afán de contradecir a la otra parte y ver de qué manera se defiende o argumenta.
El abogado del diablo objeta, exige pruebas y demostraciones con la única intención de buscar errores, detectar debilidades, descubrir mentiras.
Es también un juego pedagógico para promover en los alumnos el sentido crítico frente a la exposición de sus compañeros.
El dicho nació en los procesos de beatificación en la iglesia católica.