Una institución protectora del Perú y que, por años, sufrió los mayores embates del terrorismo, la Marina de Guerra padeció duros golpes de la barbarie de Sendero Luminoso (SL). El sanguinario Abimael Guzmán Reynoso rindió su manifestación ante estrategas militares, en la conversación reveló que dio la orden de muerte para altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas. Asimismo, diseñaron una estrategia, denominada “Plan Operativo Táctico (POT)”, para cometer sus crímenes.
El plan tenía diversas etapas: la fijación del blanco (objetivo), investigación (reglaje y reconocimiento) y, finalmente, en base a un meticuloso informe, la acción de asesinar a la víctima, que era aprobada por el denominado “Comité de Acciones de la Célula de Dirección”.
Si el POT no se ejecutaba el día previsto, era cambiado de fecha. Cuando los analistas del Servicio de Inteligencia, en 1992, revisaron material incautado, en una de las viviendas que ocupó Guzmán, hallaron los nombres de diversas personalidades y distintas fechas, antes que sean asesinados por Sendero. Abimael también dijo que “asesinaban militares para que la población perciba inseguridad” y por ser los “principales culpables de la existencia de un Estado caduco”.
El martes 14 de octubre de 1986, nadie imaginó que ocurriría una desgracia. Aquel día, a las 9:20 a.m., la camioneta que trasladaba al vicealmirante AP Gerónimo Cafferata Marazzi fue interceptada en el cruce de las avenidas República de Panamá y Mariscal Castilla (Surco), frente al restaurante “El Cortijo” (en la actualidad es un supermercado), por un grupo de aniquilamiento senderista.
Los genocidas descendieron, a bordo de un auto color negro sin placa de rodaje, dispararon más de una ráfaga de metralleta. Un proyectil le rozó la cabeza, otro le impactó en el abdomen y un tercero le cayó en el hombro izquierdo.
Cuando el cabecilla se acercó para darle el tiro de gracia, un patrullero se acercó con la sirena encendida y detuvo el fusilamiento. Los terroristas corrieron y cruzaron la berma central de la Av. Mariscal Castilla, pero un transeúnte los atacó a tiros, uno de ellos terminó con un disparo en el brazo. Sin embargo, lograron fugar en un automóvil tras lanzar un petardo de dinamita que hizo posible cubrir su huida por la calle Las Magnolias.
El vicealmirante AP Cafferata y su chofer fueron conducidos al Hospital Casimiro Ulloa, donde quedaron internados. Al llegar los peritos de Criminalística de la PNP, constataron que el vehículo del marino tenía dieciocho impactos de bala de fusil FAL. Veinte minutos después, llegó el almirante AP Víctor Nicolini del Castillo, entonces comandante general de la Marina, junto a un equipo de especialistas para trasladar a Cafferata al Centro Médico Naval.
Pasó una semana y Cafferata fue enviado a los hospitales Johns Hopkins, Baltimore, Maryland en EE.UU., considerado uno de los mejores del mundo. Los esfuerzos por salvarlo fueron vanos. Un domingo 26, a las 4:00 p.m., dejó de existir. (Diario EXPRESO- César Reátegui)