Por Antero Flores-Araoz
En reciente conversatorio promovido por José Pardo Mesones (reflexiones con pepe Pardo) y transmitido por CanalB, el contertulio Carlos Añaños manifestó que hay dos fugas que son notorias, una la fuga de capitales y otra la fuga de talentos. Los motivos de tales fugas todos los conocemos y no requieren de mayor explicación ni precisión.
Añadió el expositor que más peligrosa que la fuga de capitales es la de talentos, pues los primeros podrían volver si las motivaciones de la huida terminaron y la situación del país revertió, pero la fuga de talentos es muy difícil que se supere.
En efecto, quienes salen del país horrorizados por la situación de crisis en que nos encontramos, es previsible que no regresen. Ello porque ven que el llamado gobierno nacional no ata ni desata, en que campea la falta de seguridad, en que la corrupción es moneda del diario vivir, en que la ineptitud gubernamental es manifiesta, en qué los conflictos sociales se eternizan y la generalidad de nombramientos en la administración pública, salvo honrosas excepciones, son francamente de terror.
Si los que emigran son personas solventes, sea en recursos económicos o en talento profesional y empresarial, cuando salen al exterior inician emprendimientos que usualmente son exitosos y, cuando también tienen altas calificaciones académicas, es dificilísimo que regresen a vivir en nuestra patria. Podrán venir en plan de visita familiar, pero no a domiciliar, puesto que ya tienen otras obligaciones e incluso están afincados en el lugar al que migraron, donde normalmente constituyen familia y ella afianza lazos en el exterior muy improbables de desatar.
No solo los talentos salen al extranjero, también lo hacen personas que se dedican a oficios simples y sencillos, pero que son bien recibidos en el exterior, pues los peruanos son laboriosos, imaginativos, se las ingenian para mejorar y mantener a sus familias. Ese personal de actividades elementales tampoco regresa al terruño.
El preparar a peruanos para las actividades profesionales o empresariales, le cuesta al país, el cual invierte en ellos, pero penosamente tal inversión se pierde para el Perú, cuando se sale para actuar al exterior, en que es beneficiado el país que generosamente los acoge.
Ojalá nuestros gobernantes tomen en cuenta reflexiones como las señaladas. Somos un país, como se decía lustros atrás, en vías de desarrollo y para desarrollarnos necesitamos a nuestros buenos ciudadanos que, con su genio, emprendimientos y talentos, den oportunidades y trabajo a otros, colaborando con el crecimiento del Perú, con la reducción de la pobreza, con el incremento de la clase media y sobre todo con ánimo en la esperanza de un futuro promisor.
Si se sigue dale que dale con la monserga de una nueva Constitución, con el discurso de insultos y enfrentamientos, deplorablemente seguiremos en el camino de la desesperanza y pérdida de confianza y, en lugar de meta de un futuro mejor, la seguridad de que caeremos al vacío. ¿Piénsenlo bien!