El final de las historias y cuentos infantiles y de adolescentes suele repetir esta frase convertida en obligado colofón: “fueron felices y comieron perdices”.
Eso de comer perdices limita y excluye a todos los que desconocemos la existencia de esas aves, los que jamás las hemos visto. Una leyenda griega cuenta que la primera perdiz apareció cuando Dédalo, en un arrebato de ira, arrojó a su sobrino Pérdix desde un monte.
Las perdices americanas poco o nada tienen que ver con las europeas, inspiradoras del dicho.
Siempre fue un símbolo de riqueza y estatus, características que mantienen su vigencia en un mundo acostumbrado a vivir de cuentos.
En el medioevo, la perdiz representaba el erotismo y la sexualidad, por lo que al decir que una pareja de cuentos terminó comiendo perdices, ya se imaginarán en lo que ocuparon el tiempo, consignó la versión en español el Huffington Post.