Es el amigo de todos (sin ánimo peyorativo tocayo) gracias a su personalidad desbordante, entusiasta, optimista, contento, reidor, alegre y divertido; se convierte rápido en alma de cualquier reunión, le da vida al grupo, a nuestra primera promoción del colegio Champagnat.
Últimamente acostumbra alternar su permanencia entre Lima y Tacna, después de haberse jubilado en Química Suiza, donde durante muchos años ocupó un alto cargo en un área que tiene que ver con la informática y las computadoras.
Seguramente fue su inagotable curiosidad que lo llevó a incursionar en ese mundo, hace medio siglo, cuando apenas asomaba en la vida de las empresas y las personas, cuando hablar de inteligencia artificial era ciencia ficción.
Estudió en la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea y en las universidades de Ciencias Aplicadas y Ricardo Palma y tuvo que seguir estudiando de manera permanente para seguir actualizado en una especialidad que avanza y cambia de manera vertiginosa.
- Dominus vobiscum , decía el cura.
- Et cum spiritu tuo, contestaba Pancho.
Era un acólito rubio y colorado que llamaba la atención entre los monaguillos de la Catedral, sabía toda la misa en latín y le picaban los pies por subir al pulpito.
Apenas alcanzaba a los pedales de la antigua camioneta Ford Clásica, color rojo, cuando comenzó sus primeras aventuras al timón de carros que le apasionan tanto como la música de Los Iracundos, Los Catedráticos, Los Graduados y José y Manuel.
No faltaron los momentos de chacota en el colegio y por supuesto que estaba en el centro de la bulla y entre los que debían quedarse castigados a la salida.
Canta como le gusta hablar, fuerte y claro, hasta quedar ronco y padecer dificultad para respirar, malestar que complicó de muchacho por su afición al tabaco mentolado, cuando fumar era una moda.
Con el mismo entusiasmo de siempre promueve reuniones en las que inevitablemente nos invita a entonar canciones como el himno al colegio o aquellas propias del Paseo de la Bandera.
