Se le conoce como el Gobierno de la Magdalena, por la sede del gobierno que tuvo lugar en lo que hoy es el distrito de Magdalena del Mar, en Lima, tras la guerra con Chile y la ocupación de Lima.
Francisco García-Calderón Landa, nació el 2 de abril de 1834 en Arequipa y su trayectoria como jurista, militar, político y diplomático no solo marcó un periodo crítico de la historia peruana, sino que también dejó una huella indeleble en el ámbito jurídico y académico del país.
El Perú de mediados del siglo XIX enfrentaba tensiones internas y externas que culminarían en la Guerra del Pacífico (1879-1884). Este conflicto militar tuvo profundas repercusiones en la estructura política y social del país, exigía líderes con visión y capacidad de negociación.
García-Calderón fue hijo de Eduardo García-Calderón y Crespo, un destacado juez arequipeño, y de Ventura Martínez-Landa y Guerola. Su educación inicial en el Glorioso Colegio Nacional de la Independencia fue fundamental para cimentar su formación intelectual y ética. Desde joven, mostró interés por la jurisprudencia y la política, campos en los que destilaría su esencia a lo largo de su carrera.
La carrera de García-Calderón estuvo marcada por una serie de ascensos y logros significativos. Entre 1867 y 1868, fue presidente del Congreso Constituyente, un cargo que le permitió contribuir a la creación de un nuevo orden legal. Su capacidad para articular y liderar proyectos legislativos lo llevó a ser nombrado Ministro de Hacienda en 1868, donde sus políticas fueron orientadas a estabilizar la economía del país en un tiempo de incertidumbre.
De 1876 a 1879, García-Calderón se desempeñó como senador por Arequipa, consolidando su influencia en el ámbito político peruano. Su papel como decano del Colegio de Abogados de Lima entre 1874 y 1876 también refleja su compromiso con el desarrollo del derecho en el Perú. Durante estos años, desarrolló una obra monumental, el «Diccionario de la Legislación Peruana», que se convertiría en una referencia clave para la jurisprudencia local.
El estallido de la Guerra del Pacífico alteró drásticamente el panorama político y social del Perú. En este contexto, la ocupación chilena de Lima en 1881 causó un vacío de poder que llevó a la formación de una «Junta de Notables». Esta junta reconoció a García-Calderón como Presidente Provisorio del Perú, un cargo que asumió en marzo de 1881 con la intención de restablecer el orden y buscar la paz.
Su gobierno, conocido como el Gobierno de La Magdalena, estuvo marcado por intentos de negociaciones con Chile. Sin embargo, se vio atrapado entre la presión internacional y la intransigencia de las fuerzas chilenas, que esperaban obtener concesiones territoriales a cambio de la paz. Su firme rechazo a aceptar una desmembración territorial resultó en su arresto y posterior confinamiento en Chile.
Durante su cautiverio, García-Calderón mantuvo una postura digna y resistente. Su rechazo a firmar tratados que comprometerían la integridad territorial del Perú fue un acto de coraje que resonaría en las generaciones venideras. En 1883, se firmó el Tratado de Ancón, que selló la paz, pero García-Calderón no pudo regresar de inmediato.
Fue recién en 1886, cuando García-Calderón asumió funciones administrativas y académicas como rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, un cargo que le permitió influir en la educación superior del país y promover una visión renovadora de la enseñanza del derecho.
Además, en 1887 se convirtió en el primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua. Su labor en esta academia demuestra su compromiso con la cultura y el desarrollo del lenguaje, elementos esenciales para la construcción de una identidad nacional cohesiva.
Francisco García-Calderón dejó un legado considerable en varios frentes. Su trabajo en la jurisprudencia peruana es ampliamente reconocido, especialmente su «Diccionario de la Legislación Peruana», que sigue siendo una referencia fundamental para estudiantes, profesionales del derecho y académicos.
Además de su papel en el ámbito judicial y académico, su breve presidencia durante un periodo de crisis nacional resalta su capacidad para actuar de manera responsable ante situaciones adversas. Su negativa a aceptar condiciones desfavorables durante las negociaciones de paz con Chile ha sido vista como un acto de patriotismo y dignidad que le ha valido el respeto y admiración de varias generaciones.
La vida de Francisco García-Calderón Landa es un testimonio del compromiso con la justicia, la educación y la soberanía nacional. Su papel en la guerra, su resistencia ante la presión extranjera y su dedicación a la legislación y la academia destacan su relevancia como figura histórica en el Perú.
Su legado perdura no solo en los textos legales y académicos, recordándonos la importancia de los principios y valores en la construcción de un futuro mejor.