Una joven y delgada muchacha de faldas y cabellos largos salía todas las mañanas de uno de los conos de Lima para acudir a la radio, exponiéndose al peligro de acechadores que en más de una ocasión tuvo que denunciar en la comisaría.
Los días miércoles de todas las semanas, de 4 a 5 de la tarde, la acompañaba en la conducción del programa “Defendiendo a la familia” que producía y dirigía y al que invitaba a distintos especialistas.
Pese al coronavirus hay gente interesada en destruir los valores que la sociedad ha ido cultivando, con aquello que está escrito en la Biblia y en legislación de todo el mundo, con principios elementales similares a los de nuestros antepasados incas contra el robo, la ociosidad y la mentira.
Los que atacan a la familia lo hacen mediante la promoción de leyes como la del aborto, contra el mandamiento que nos dice no matarás.
Desde el nacimiento del cristianismo hubo quienes se incomodan cuando les dicen que hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Han sacado a Dios de las escuelas debido a que son ateos. Sabía que defender a la familia es enfrentar a personajes poderosos encaramados en el gobierno, promotores de la ideología de género.
Fanny tiene la humildad de los inteligentes, es luchadora, cree en la familia, en el amor al prójimo, en las posibilidades de defenderla a partir de un programa de radio y sueña desde la casa que la protege del frío, volver a usar los micrófonos para decirle al mundo que en estos días de dificultad deben acordarse de Dios y de la verdad, que sólo la verdad los hará libres.